Poesía completa, de Boris Vian (Renacimiento) Traducción de Juan Antonio Tello | por Juan Jiménez García.

Boris Vian | Poesía completa

De Boris Vian lo conocemos prácticamente todo. Y prácticamente todo nos ha llegado de cualquier manera. Hemos visto sus novelas, claro, sus novelas negras, sus relatos, su teatro, sus canciones (sí, sus canciones también), sus escritos sobre jazz (o sobre Sant-Germain-des-prés), ¡sus guiones de cine! Hemos visto de todo. Pero lo que no acabábamos de ver (sí, a trozos), era su poesía. Porque Boris Vian también fue poeta. Poeta, escritor, trompetista, hombre. Ahora, momento grande de nuestros encuentros de una vida con él, nos llega de la mano de Renacimiento su Poesía completa. Y cuando todo haya acabado / Moriré. No, no lo haremos. Aún.

Para explicar el lugar de la poesía de Vian en su propia obra mejor nos remitimos al prólogo de Juan Antonio Tello (traductor y editor, con un estupendo trabajo), pero sin duda la poesía no fue cualquier cosa para él, ningún pasatiempo ocasional. Cierto que como él mismo decía (y seguramente como concebía el conjunto de su obra), fue un divertimento, desde el momento que siempre pretendió divertirse. Pero, como le ocurrió en el resto de su obra, sus palabras se confabulaban para, de cuando en cuando, dejar sitio a una cierta amargura. Una amargura que quizás trajo el tiempo, y esa eterna espera. La espera de un reconocimiento que no llegaba. La derrota de los premios perdidos o sus problemas con lo único que logró vender bien: sus novelas negras. Igual el presentimiento de morir joven. Como hizo.

Dentro de esa evolución, los Cien sonetos ocuparían ese lugar inicial, cercano al juego, al ejercicio de estilo (no perder de vista a Raymond Queneau) encorsetado para poder dar más de sí. Los juegos de palabras, las imágenes gamberras, los versos canallas, los homenajes y el lanzamiento de objetos-versos sobre aquello, aquellos, que no le gustaban. Vian se divierte jugando con las palabras, y estos sonetos se convierten en un ejercicio lúdico que bebe de sus primeros libros, también, y que le permiten probar cosas. La poesía.

Arrojado el corsé, viene Barnum’s digest, en el que se ha desprendido de la forma pero no del fondo. Esta obra a dos (cuatro) manos (las ilustraciones de Jean Boullet), se convierte en el interludio (músical) necesario para llegar a la que seguramente es su obra más redonda, incluso circular: Cantilenas en jalea.

Entendámonos. Vian no pierde su gusto por la broma, por las imágenes descacharrantes, por los juegos de palabras y las palabras como juego. Por los dobles y triples sentidos, por las piruetas verbales. Pero ahora busca algo. No la diversión por la diversión, el azar por el azar, sino algo. Contarnos algo. Construir algo. Sobre sus versos, mejor, entre sus versos, empieza a escurrirse su tiempo, sus recuerdos, sus deseos. La poesía siguen siendo ese juego, pero ese juego también da imágenes que nos llegan para quedarse, más allá de la sonrisa. De la risa. A La vida en rojo le sigue Canción. A Los instantesfatales, La verdadera diversión. Y así. Vian, alguien que nunca pareció tomarse muy en serio, tal vez no era siempre así.

Cantilenas en jalea marcará el resto de su obra poética. A partir de él, sus poemas oscilarán entre el juego y el juego serio. La broma y el algo. Y entre todo, esa voluntad provocadora, ya sea de pensamiento u obra, de fondo o de forma. Algunos poemas serán bien conocidos, convertidos en canción, en himno (El desertor o No me gustaría palmarla), otros tendremos oportunidad de descubrirlos ahora. El extenso y absorbente canto a su mujer Úrsula de Canción de cuna para los osos que no están aquí, Quiero una vida en forma de espina… (otro canto-cantinela de amor) o el que cierra esta Poesía completa, significativamente llamado Moriré de un cáncer de columna vertebral…

En fin… El libro que nos presenta finalmente Renacimiento no es un libro que se pueda resumir en unas pocas palabras. Y no se puede hacer desde el momento en que es el libro de una vida, convertido, podríamos decir audazmente, en una suerte de autobiografía disfrazada de otras cosas. Quizás una autobiografía sentimental. Quizás una autobiografía humorística, juguetona. Quizás todo ello junto y revuelto. Y entonces recuerdo una frase que escribió Diego Luis Sanromán: Puede que no lo parezca, pero Boris Vian era un escritor más bien realista. Y como es justa y además es realmente real, la dejaremos ahí, como explicación también, a su poesía. Es decir, la realidad, su realidad, la realidad de un mundo disparatado, a veces tierno, a veces cruel, a veces divertido, a veces no tanto. Y todo a golpe de verso. Y de trompeta.


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