número tres | pa(i)sajes: one american movie | imágenes: francisca pageo
Descubrir el cine de Aaron Katz siempre tiene algo de vuelta a los orígenes, de recuperar el valor de las pequeñas cosas, de los gestos aparentemente superficiales que, sin embargo, valen más que un puñado de palabras bien dichas, o de crear un sentimiento de confianza y cercanía entre dos personas, aunque apenas se conozcan de unos minutos. Tal vez porque apela a unas emociones que, por muchos años que pasen, nunca hemos perdido, o porque, desde ese microcosmos sentimental que ha erigido en Portland, es capaz de devolvernos la esperanza en las causas perdidas, los caminos que abandonamos a mitad trayecto y las relaciones cuyo destino no acabamos de intuir. Porque todo el esmero con el que Katz dibuja a sus personajes, tan cercanos que podríamos habitar en su interior, se traduce en unas historias cuya calidez las convierte en pequeños instantes de vida.
En Aaron Katz: “Back to Mono”, Mónica Jordan nos sumerge en ese entorno familiar, vulnerable y, al mismo tiempo, enormemente tierno, dibujando en su recorrido por la filmografía de Katz un pequeño instante de vida que no conviene dejar pasar. Porque es la clase de sentimiento que describe el mapa emocional de nuestra generación.