Lars von Trier | Melancolía

¿Harto de las continuas y cansinas discusiones entre filosofía y poesía? ¿Le hastía que el poeta sea un remilgado heredero de metáforas que no se atreve a hablar claro? ¿Cansado, tal vez, de que el filósofo se crea poseedor de una verdad única que casualmente todos los demás antes que él intuían pero sólo él conoce verdadera y únicamente? No busque más, nadie le dará una respuesta clara y se sentirá igual de engañado pero, al menos, disfrutará de dos grandes obras.

 

Hablar de la película de Lars von Trier no es sólo reducirla a teorías clásicas y americanismos obvios como el tema apocalíptico o ambiental. «Los humanos somos destructivos y eso acabará con nosotros». Sí, vale, no me aburran más con el manido tema de conversación de bar del amigo ecologista pasado de pisco. «No, pero lo que el director ha querido decir en realidad…», no, no sigas por ahí, lo que el director haya querido decir en realidad tendrá que declararlo él y en un principio está más que claro y todas las revistas de cine lo reseñaron más o menos acertadamente en su día —y con más pena que gloria, todo sea dicho. Claro, como no tenía la misma cantidad de penes queNymphomaniac, pues no llamaba tanto la atención—.

Además, introducirse en la vieja disputa sobre el asunto del nazismo del director, aparte de ser totalmente improcedente, es tan falaz como que carezcamos de sentido del humor. Y líbreme cualquiera de no gustarme en el reír de cualquier broma, chanza, mofa, befa o burla. Aparte de ser precisamente uno de los temas que echó a muchos hacia atrás —a otros adelante, que por mala que sea toda publicidad es buena— a la hora de ver las fantásticas interpretaciones de las señoras Dunst y Gainsbourg, perplejas y ojipláticas sobre la mesa de los entrevistados en dicho desafortunado acontecimiento.

leer en détour

Número siete
Bande à part
Imágenes: Francisca Pageo


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