El tabaco y el diablo y otros relatos cristianos, de Ryunosuke Akutagawa (Satori) Traducción de Hidehito Higashitani y Javier Rubiera | por Juan Jiménez García

Ryunosuke Akutagawa | El tabaco y el diablo

Es en 1549 cuando, de la mano de un jesuita llamado Francisco Javier, llega el cristianismo, el catolicismo, para ser más precisos, a Japón. Una labor de portugueses y españoles. No será hasta mucho después (1873) cuando se levante la prohibición que pesa sobre él, y acabe su persecución. Una larga y conflictiva relación en la que se instalan los relatos de Ryunosuke Akutagawa recogidos en esta edición por Satori. Un hilo argumental como otro cualquiera, porque en realidad lo importante no es el tema, sino los propios relatos, aunque esta reunión nos ofrezca un curioso catálogo de, vamos a llamarles así, pequeñas obsesiones alrededor de grandes temas. Y es que (hasta en el título) más que Dios está presente el diablo. Y eso (que ahora que lo escribo se me antoja no como una manía sino más bien como una triste realidad) ya nos indica de algún modo los intereses del escritor japonés. No son relatos sobre la historia del cristianismo en Japón, porque mucho que esté ahí de fondo, ni un martirologio, sino sobre la condición humana.

El tabaco y el diablo, tiene algo de fábula y nos habla de cómo uno y otro llegaron a Japón. Ahí está cultivando esta planta cuando llega un tratante y le pregunta de qué se trata. A cambio de que adivine el nombre, le ofrece quedarse con todo. En caso contrario, se quedará con su alma. En Ruhisheru (Lucifer), el escritor juega con unas páginas arrancadas del Ha Deusu, libro publicado por un exjesuita en 1620 y que era una refutación del cristianismo. En ella se habla del triste destino de los diablos, esos ángeles caídos, y sus dudas existenciales entre la necesidad del mal y del bien. Mismas dudas que las de El diablo, un pequeño relato, en el que este duda entre pervertir o no a una doncella.

También hay espacio para las buenas personas. En La muerte de un creyente tenemos un tema afecto al escritor. Tras la aparente realidad se oculta lo cierto, la sucedido. Y solo la reunión de fragmentos, de medias mentiras, de incertezas, logran devolvernos el verdadero sentido los actos. Aquí, un joven piadoso, del que está enamorado una joven, se ve metido en un enredo cuando está acaba embarazada. Un descenso hacia la soledad y la pobreza que no acabará ahí. En Crónica de un favor correspondido, a la manera de su conocido En el bosque (relato en el que se basó el Rashomon de Akira Kurosawa), tenemos una misma historia contada por tres narradores, la vida de un ladrón al que llega el momento de congraciarse con rico empresario en horas bajas y así devolverle su favor. El sentido de las cosas, más que la verdad, solo se encuentra en esa superposición de planos. Mención aparte merece O-Shino, sobre una mujer que debe renunciar al cristianismo para que un médico acceda a atender a su hija. Dentro de estos relatos de persecuciones, tendríamos O-Gin, en que tres creyentes son condenados a muerte, pudiendo salvarse si abjuran de sus creencias. No revelaré el brillante final, de una lógica aplastante, que le da el escritor, y que plantea acertadamente la difícil conciliación entre lo viejo y lo nuevo, también en las convicciones religiosas.

Como un verso suelto, tenemos dos relatos. En Anotaciones de Itojo, Akutagawa nos cuenta la historia de Shurin-In, que durante la batalla de Sekigahara se enfrenta a la orden de tomarla como rehén en el castillo de Osaka, a fin de asegurar que no habría ninguna traición por parte de su marido. Convertida al cristianismo, su destino en realidad es bien japonés. Una historia real, en la que el escritor, como solía hacer, no deja de meter aquellos elementos de ficción que necesita. El otro relato sería Teatrillo de Nagasaki, una broma alrededor de unos personajes estampados en un sarasa de tela, que se ponen a hablar agitadamente entre ellos. Cierre final para el conjunto. Un conjunto que nos devuelve, como no podría ser de otro modo, a un clásico de la literatura, sin más, como Ryunosuke Akutagawa, con toda su habilidad para moverse entre la Historia y los hombres.


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