CLibrosuando los libros se amontonan en la estantería, la tentación de picotear entre sus hojas se torna más intensa que de costumbre. Unas hojas o varios capítulos, un clásico y un contemporáneo, se amontonan hasta componer una narración alternativa construida a partir de los libros cuya lectura hemos interrumpido. Con Alberto Savinio y Zbigniew Herbert sucede algo parecido a lo que implica leer a Robert Walser. Ante el detalle y la finura de sus explicaciones, no tenemos más remedio que reducir la velocidad y atender a cada página como si en ella se encapsulase todo un relato. Mientras Walser crea miniaturas de una belleza sobrenatural -pocas veces la escritura puede expresar con tal precisión el placer de lo bello-, Savinio recurre a su inteligencia privilegiada para montar una Nueva enciclopedia que responda a cada uno de los movimientos que describen la vida y sus alrededores. A Savinio lo describe un concepto tan poco común como la gracia, cuyo filo utiliza para sacudir las telarañas del humanismo y sus más groseras convenciones. Basta abrir una de sus hojas para comprobar cómo la agilidad mental se entremezcla con una prosa delicada. Así, Savinio escribe en su singular versión de la amistad un minúsculo tratado moral en el que pone en liza el interés, la igualdad, la dominación, la felicidad, los sentimientos naturales y todo un arco de emociones morales que aúnan filosofía, literatura y análisis de la sociedad. En otras palabras, Savinio es de la estirpe de aquellos pensadores capaces de atrapar un rayo en una botella.

A Zbigniew Herbert lo recordamos, entre otras cosas, porque Don DeLillo utilizó un pasaje de su obra como apertura para Cosmópolis. Sin embargo, más allá de su obra poética, Herbert mantiene también una afición por el ensayo. Su Naturaleza muerta con brida es uno de los recorridos más apasionantes a propósito de la cultura -el arte, la Historia- de Holanda. Un recorrido que reúne desde la descripción minuciosa de la geografía de los países bajos hasta un detallado análisis socio-cultural de la pregnancia del tulipán como imagen de Holanda. En su viaje, la prosa severa de Herbert describe cada rincón de un universo vivo en el que cabe el relato de los falsificadores de cuadros y la cuestión del precio del Arte, preguntas que asoman mientras el autor polaco construye con palabras el fresco de una tradición cultural cuya herencia comprende parte de nuestra Historia más reciente. Además, a través de una serie de pequeños apócrifos, Herbert retrata con tanta sutileza como sensibilidad algunos de los rasgos que formaban parte del paisaje de sus ensayos. Con Spinoza como protagonista de una de las narraciones, recupera una pequeña anécdota aparentemente impropia del carácter del filósofo y pulidor de lentes -una disputa familiar en la un joven Spinoza litigaba contra los familiares que pretendían desheredarle- para, en apenas un gesto, anotar el alcance y las dimensiones de su tremenda contribución al desarrollo de la ética.

Savinio, Herbert o Walser podrían ser tres ejemplos de lecturas interrumpidas, de obras exigentes que reclaman al lector una pausa y una moderación en cada nueva página. Sin embargo, también hay otros autores, como Sándor Márai, donde es la magnitud de su reflexión la que pide un poco más de tiempo para elaborar las primeras impresiones. Por eso, esta breve recomendación de libros cuya lectura inicial nos ha dejado petrificados, volviendo una y otra vez sobre las páginas leídas, no debe acabar sin destacar la humanidad -la piedad, el dolor, la conmiseración- que desprende una novela como El último encuentro. Tras un monólogo brutal en el que se desnudan todas las verdades fundamentales -y en el que el valor y el sentido de la amistad o del amor tienen un brillo especial-, queda el silencio más largo y abrumador al que un lector tenga que enfrentarse. Ese silencio en el que la duda de sus protagonistas se ha inmiscuido en nuestro interior.

Nueva enciclopedia, de Alberto Savinio (Acantilado)
Naturaleza muerta con brida, de Zbigniew Herbert (Acantilado)
El último encuentro, de Sándor Márai (Salamandra)


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