Poemas escogidos 1962-1996, de Joseph Brodsky (Siruela) Traducción de Ernesto Hernández Busto | por Francisca Pageo
Joseph Brodsky fue uno de los grandes poetas del s.XX. Premiado Nobel, Brodsky tendría que exiliarse de Rusia a EEUU y son estos poemas, a medio camino entre un continente y otro, que nos detallan su vida interior y primorosa con un orden espasmódico y tenso. Los temas de la poesía de Brodsky preceden a sus palabras: el exilio, el tiempo, los sentidos, la fisicidad y la muerte. Ellos nutrirán sus poemas como no cualquier otro poeta haría. Estamos aquí ante unos poemas muy bien escogidos que recorren 34 años dando un crecimiento natural y rápido a lo que el sentimiento de Brodsky respecto a la poesía haría. Y es que Brodsky escribiría su primer poema a los 18 años. No tendría una formación educacional estricta, sino que abandonaría sus estudios y trabajaría en muchas muchísimas cosas. Esto le daría una experiencia que no cualquier poeta tiene, pues su formación literaria y poética sería autodidacta. Es obvio que estamos ante una poesía que si no es sentimental, puede materializarse en una especie de idilio mental. Hay que amar la cabecita de Brodsky como amamos y cuidamos las amapolas, con cuidado. El idilio que formamos con su poesía es totalmente cerebral, como sería el idilio entre Rilke y Tsvietáieva. Algo me lleva a ellos como me lleva también, indudablemente, a Ajmátova o Dovlátov, amigos íntimos de Brodsky.
Sus poemas recorren el espacio y el tiempo, los lugares y la vida. Basta leer unos cuantos para notar que la poesía de Brodsky va más allá del hombre. Es una poesía humanista, transcendental y metafísica. Su poesía trata los temas anteriores (el exilio, el tiempo, los sentidos, la fisicidad y la muerte) como unos temas a los que recurre para exorcizarse. Y asimismo también nos exorciza a nosotros pues encontramos una poesía lúcida y clara y bellísima que nos alimenta como lo hace un pájaro a sus crías. Directamente en la boca. Los sentidos se precipitan a un abismo, notamos como podemos caer desde el aire hasta la tierra, y como podemos ser arrastrados por unas hierbas y un barrizal hasta un matorral. Podemos sentir lo que Brodsky transmite. Y lo transmite tan, tan bien, que no es de extrañar que le dieran el Premio Nobel por su arduo trabajo con la poesía y sus ensayos literarios.
Confío en la poesía de Brodsky como confío en mis palabras, no hay que ser dubitativo, hay que amarla, quererla como se quiere al cielo y a los astros, que Brodsky tanto admiraría y contemplaría. Quiero creer, quiero confiar en las palabras y poemas de Brodsky porque en ellos encuentro un consuelo mental, quizá más que emocional. Su poesía va más allá de lo que implica ser humano, es una poesía que trasciende las ideas, los conceptos, los lleva a un estado de pasión desmedida por lo que implica vivir y también por lo que implica morir. Estamos sin duda ante una poesía que es maestranza de lo vívido, del tiempo que transcurre entre unas cosas y otras. Se notan sus poemas rusos como se notan sus poemas en inglés, por lo que quizá hay cierta torpeza en el idioma. En su campo semántico, su significancia. Pero cómo darle significancia a una poesía transhumanista, una poesía que transforma el tiempo en fisicidad, en materia. Comprendo que reseñar un poemario no es fácil, y más si abarca tantos años, tantos aspectos de un poeta que dio todo por la palabra, que sucumbió a ella como sucumbimos a un trago de agua cuando tenemos sed. Confiemos en las palabras de Joseph Brodsky y saldremos arropados y convencidos de que la palabra puede ser amiga nuestra, no tanto los límites de esta ni los límites de un país ni los límites de la tristeza, las palabras están para usarlas y usar las palabras de Brodsky es hacer y dar forma a conceptos que no encontramos sino escarbamos como lo hace un perro en la tierra. Encontrando huesos, esencias, lo desnudo en la intemperie.