Quien así te ama, de Edith Bruck (Ardicia) Traducción de Juan Pérez Andrés | por Juan Jiménez García
Edith Bruck tuvo una vida difícil y lo más que se puede decir de ella es que sobrevivió. Sobrevivió constantemente, sin pensar demasiado en ello, mientras a su alrededor solo quedaba la muerte y la miseria. Edith Bruck era judía. Judía húngara. Cuando empezaron las deportaciones, ella no tenía ni trece años. Quién así te ama podría ser otro libro sobre la experiencia de Holocausto, pero no es solo eso. Es un libro que tiene un antes y tiene un después, y ese antes y ese después tal vez sean menos terribles, pero no por ello menos tristes o menos miserables. La familia de Bruck vivía en la completa miseria. Su padre se ganaba la vida como podía y las más de las veces acaba borracho o regalando lo poco que tenía a gente que aún tenía menos que él (siempre hay alguien… incluso muchos). Su infancia no fue feliz salvo pequeños destellos, espejismos. Eran muchos hermanos, porque esa es la diversión de los pobres, y la única esperanza era marcharse lejos. La guerra acabó con todo eso, porque quería acabar con ellos.
Deportados a Auschwitz, no hay ningún futuro. Solo puede salvarla hacer creer que tiene más de dieciséis años, que estamos en 1944 y el nazismo se aboca a su destrucción (sin ceder en su empeño en acabar con todos). Su relato será el relato frío, seco, duro, emocionante, del hambre. De un hambre atroz en el que se condensa todo el sufrimiento y que impide pensar en nada más. Da igual saber que uno está allí para morir, que acabarán convertidos en humo, en jabón, que acabarán prostituidas y luego, inservibles, muertas en cualquier lado, da igual todo porque está el hambre. Su empeño en sobrevivir será su empeño en comer, en sacar algo que llevarse a la boca de cualquier lado. Ella y su hermana Eliz, con la que compartirá sus viaje a través de los infiernos alemanes: de Auschwitz pasarán a Dachau y a otros campos de trabajo, hasta que un día, todo se habrá desvanecido y la muerte habrá desaparecido. Una mañana. Más tarde sabrán que su madre ha muerto. También su padre. Y que su hermano sobrevivió.
Pero la vida sigue. Y eso es lo terrible. Esa sensación, esa incómoda sensación, de que algunos se sienten decepcionados al encontrarlas con vida. Los vecinos de su pueblo, por ejemplo, e incluso su propia hermana mayor, casada ahora con un rico comerciante. La policía fascista que las envió a una muerte segura, es ahora la nueva policía. La vida sigue, sí, y nada es especialmente diferente. Solo es mucho más sutil. Si primero Edith atravesó la muerte, ahora debe atravesar el desprecio y buena parte de Europa (Checoslovaquia, Alemania,…) para saber que no tiene ningún lugar que habitar, ni tan siquiera la mísera casa de su infancia. Seguirá la odisea de sus hermanas supervivientes en un continente entre destruido y avergonzado (pero no excepcionalmente arrepentido) buscando su sitio. Con veinte años se habrá casado (y separado) tres veces.
Su primer matrimonio sin ningún tipo de amor la llevará a Israel, para darse cuenta que no hay ninguna tierra prometida. Su historia del hambre seguirá. Menos trágicamente pero persistente, como si fuera una enfermedad crónica de su vida. Su segundo matrimonio acabará a golpes (los que ella recibe, claro), en un inmundo apartamento subterráneo, que es a lo más que ha podido aspirar. Su tercer matrimonio será un simple motivo para escapar a otro mundo y acabar con esa huida permanente, emboscada entre fantasmas. Y eso será todo. La vida seguirá pero Quien así te ama no.
Narración fría, dura, áspera, como todo lo que cuenta, no está exenta de un humor triste, de una amarga ironía por un mundo podrido que iba más allá de los campos de exterminio (un mundo que había llevado a ellos, un mundo que había convivido con ellos, un mundo que había salido de ellos, siempre mirando hacia otro lado). La narración tiene la rapidez de la juventud (aunque no la escribió inmediatamente, ni mucho menos), tal vez la rapidez, la voracidad que da esa necesidad de sobrevivir ligada a esa necesidad de comer, de devorar, alimentos y días. Bello, terrible, trágico, cómico, real, irreal. Cruel, siempre cruel.
[…]
Si no quieres perderte ninguna reseña de las que publicamos, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.
1 thought on “ Edith Bruck. Hambre y vida, por Juan Jiménez García ”