De balas y bolas, de Barth Jules Sussman, Jean-Patrick Manchette (Júcar) Traducción de Eva Arenales, Ana Mary Primo Pantiga | por Juan Jiménez García

Barth Jules Sussman, Jean-Patrick Manchette | De balas y bolas

Está la regla y también está la excepción. La regla sería la obra de Manchette. La excepción este libro de Manchette. La excepción es que fue un libro escrito a partir del guión de una película, un guion de Barth Jules Sussman, que no se llegó a rodar. Entonces querían hacer un libro con ella, y el escritor francés, que acababa de empezar, lo noveló. La excepción es también que el guión era una novela del oeste. Con todo esto uno puede esperarse cualquier cosa y, sin embargo, uno encuentra a ratos a Manchette, que toca el piano siguiendo la partitura (cuando quiere, al parecer) pero lo hace con un cierto furor.

Greene es un tipo que ha ido a parar a la cárcel. No sabemos muy bien qué ha hecho, pero no parece nada especialmente glorioso. Una tontería como otra cualquiera. Pero está en la cárcel. Potts tiene una plantación de algodón en Tejas y no debería esperar mucho de ella. De momento tiene las deudas y un capataz al que no acaba de soportar pero del que piensa que su utilidad tendrá: Pruitt. Potts quiere usar presos en la recolección del algodón. El Estado es muy generoso y se los presta a cambio de algo de dinero. Greene está entre ellos, aunque no tiene intención de quedarse mucho tiempo. Intenta ser astuto con el jefe y no funciona. Prueba con el otro. La cosa va mejor. Para él. El otro se quedará con un bonito mote y algo que arrastrar, además del rencor.

La alegría no dura mucho. Greene volverá con una bola roja enganchada a él. La cosa ya no será tan fácil, pero hay que intentarlo. Antes estaba en la cárcel por una tontería. Ahora lo está por una tontería y una fuga. Alguna década en prisión. O en ese campo de algodón, haciendo un trabajo de negros, porque es allí donde vuelve. De momento. No, definitivamente no.

En su breve introducción al libro, Paco Ignacio Taibo II hace dos afirmaciones. Con una se puede estar total (e inevitablemente) de acuerdo: el libro no deja de ser una experiencia fronteriza entre la novela negra y la novela del oeste. La segunda, afirmando que es plenamente una novela negra, ya es algo más dudosa, aunque en estos tiempos todo es novela negra, siempre que así se indique en la portada o algún lugar apropiado. Esto no quiere decir que no aparezca Manchette, fundamentalmente porque Manchette siempre le aportó al género algo más. Digamos una dimensión política. Y ahí es donde lo volvemos a encontrar, especialmente cómodo en el tema de la huelga, las reivindicaciones y, por supuesto, en su propia definición de Greene: el cowboy anarquista.

Y es entonces cuando rebobinamos hacia atrás toda la novela y la volvemos a poner en marcha como lo que es: una especie de novela del oeste revolucionaria, protagonizada por un tipo que está contra todo porque no puede estar con algo. Que entre la acción o la inacción elige aquello que puede aportarle algo en su único objetivo: escapar. Pero ¿escapar a qué? Escapar. Con la chica. A México. Ya está. Eso es la libertad, que es un concepto abstracto que se define mejor contra algo que contra nada. Y ahí el escritor francés lleva el guión hasta su terreno y lo hace suyo, pese a las dificultades de encajar en otro tiempo, en otra época y en otro espíritu. De balas y bolas será una rareza, sí, pero Manchette podría decir algo así como todas las novelas hablan de mí, y no se equivocaría mucho. O nada.


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