La literatura húngara ha estado bien presente en nuestro país, siendo, seguramente, de las literaturas centroeuropea aquella más afortunada, gracias al trabajo de editoriales como Acantilado o, a otro nivel obviamente más modesto (pero no menos intenso) El Nadir, unidos a algunos nombres en concreto, como Salamandra con Sándor Márai o Asteroide con Miklós Bánffy. Parafraseando aquel Godard, podemos decir que los Imperios se desvanecen pero su literatura sigue. Más allá, aún más allá. Por eso no es ni tan siquiera extraño (pero no por ello menos agradable) que una prometedora nueva editorial, Greylock, empiece precisamente por Hungría su catálogo. Y que encima (como si se tratara de una literatura inagotable, capaz todavía de sorprendernos) lo haga con un escritor como Mihály Babits y con un libro como El califa cigüeña. Un título bien extraño, todo sea dicho, para un libro sin califas ni cigüeñas. En realidad, es el califa de un cuento que se transforma en cigüeña, pero olvida la palabra mágica para volver a su estado original. Y ahí sí que está nuestro libro en cuestión…
Esta es la autobiografía de Elemér Tábory. Elemér Tábory fue un niño brillante y un joven brillante, y tras ello, entre ello, un hombre perdido en sus sombras. O en sus sueños, pesadillas demasiado reales. Hijo de una familia acomodada, ama los libros por encima de todo. También las matemáticas. En realidad ama todo lo que responda a un orden, a la belleza de las cosas. Eso también le deja lugar para las mujeres, un enigma a desvelar de las que admira hasta las más ligeros gestos. Desde esa misma infancia, sabe que todo le pertenece. La belleza, la fama, el dinero, el cariño y la admiración de los demás. Es consciente. Pero en el Paraíso también hay zonas oscuras. Un día se asusta al pasar por delante de una carpintería. Otro día, sueña que es un aprendiz de carpintero con una vida nada fácil. Otro día, sueña que es un carpintero que sueña que es Elemér Tabory. Entonces, le entran las dudas. ¿Quién es él? ¿El carpintero soñando una feliz vida al abrigo de todas sus miserias y humillaciones? ¿O aquel otro, soñando con una vida desafortunada? ¿Quién es el doble del otro? ¿Un cuerpo con dos almas o dos almas atrapadas en un cuerpo?
El tema del doble no es nuevo. El Doppelgänger. Pero yo pensé en alguien que poco tiene que ver con el escritor húngaro, seguramente: Raymond Queneau. En Las flores azules, dos soñadores soñaban cada uno la vida del otro, separados por siglos de distancia. El humor de Queneau se convierte en drama para Babits, los siglos en una inesperada contemporaneidad. Las vidas se entrelazan. No son dos espejos, ni tan siquiera un espejo atravesado una y otra vez, comunicando dos lados. Las palabras se van entrelazando, las personas, los días, los miedos, la desesperación de uno, la desesperación del otro, esa incertidumbre que nos confunde también a nosotros, como unos hilos de vida que entretejen una trama y que se van cerrando sobre ella, hasta la asfixia. Una novela de iniciación, sí. A la vida, más tarde a la muerte. Otra vez el doble. La vida gira en espiral, una espiral que los arrastra a los dos y también a nosotros, lectores desde un mundo distante extrañamente próximo. El sueño como puerta hacia el abismo de la confusión. La confusión mental, la locura, como trasfondo de un libro de una claridad, precisamente por esa propia claridad, terrorífica.
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2 thoughts on “ Mihály Babits. Días y noches terribles, por Juan Jiménez García ”