Chiyo fue una de las grandes poetas, calígrafas y pintoras de los siglos XVIII y XIX en Japón, y aunque en esa época destacaría sobre todo la poesía hecha por hombres, la autora llegaría a escribir más de 1700 haikus en vida y sería discípula del maestro Basho. En esta colección de Satori dedicada a los haikus, en la que se nos presentan de manera que podamos entenderlos, ya sea en su interpretación como por los diferentes complementos traducidos que se nos muestran, encontramos una antología de la obra de esta artista tan tremendamente notable.
La naturaleza, que será lo más presente en la poesía de Chiyo, se nos muestra aquí de una manera diestra y clara. Además, el interés por el budismo que tendría la autora se ve reflejado aquí. De hecho, Chiyo se haría monja budista en la última etapa de su vida. La belleza de lo especial, de lo delicado, de lo que nos transporta a otro estado de las cosas, que es a su vez natural y poético, es lo que tenemos en las palabras de la japonesa. La alquimia poética que encontramos es cuanto menos bella y limpia, dejando de lado aquello que decora y estorba, dando paso a elementos puros y de las más originales esencias.
También hay cierta consideración romántica en estos haikus. Las cosas curiosas, así como triviales, son motivo para hacerlos. El arte de la palabra que tiene Chiyo es cuanto menos inusual, dotado de cierta inspiración por la naturaleza y del uso de las leyendas japonesas, de su folklore y de su patria.
Chiyo es y será, desde luego, una de las autoras más importantes dentro del haiku, pues no sólo en ella podemos ver los elementos más esenciales que se dan en él, sino que también transmite armonía, belleza y, es destacable, el uso tan sumamente elegante que desprenden sus palabras. Motivos suficientes para hacer de este un librito especial, digno de todo amante de los haikus, que deleitará con su simpleza a aquellos que sepan apreciarlos.
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Di, mariposa:
¿en qué vas tu soñando
cuando aleteas?
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Noche de luna;
desde una piedra asoma
y canta un grillo
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Si a verlo vienes
el bosque siempre alberga
calor de bosque.