Con Francesca Woodman como protagonista, y aprovechando su reciente exposición en Madrid, que se puede ver desde el pasado 24 de noviembre hasta el próximo 21 de enero de 2012 en la Galería La Fábrica; comentamos (y recomendamos) The Woodmans, dirigida por C. Scott Willis y producida por Lorber Films en 2010, cuyo estreno pudo verse este pasado enero en el Film Forum de Nueva York y que esperamos que pronto pueda ser distribuido en España. The Woodmans es un documental sobre la vida, la muerte y el legado de esta magnífica e importante artista de la historia de la fotografía del S.XX.
A pesar de que su obra no fue valorada y apreciada hasta después de su trágico suicidio en 1981, en el que contaba con tan sólo 22 años de edad, Francesca provenía de una familia de artistas. Su padre, George Woodman, pintor y fotógrafo; y su madre, Betty, ceramista y escultora. Estadounidense de nacimiento pero criada y formada entre Nueva York y la Toscana italiana, la fotógrafa nos deja con más de 800 fotografías, mayormente autoretratos, en las que se nos muestra un ego tortuoso y obsesivo, derruidos escenarios teatrales de esencia surrealista y una gran y poderosa fuerza erótica. En ellas se observa una búsqueda casi enferma de la propia identidad y un reflejo de la sociedad limitadora que Francesca explora con las diferentes partes de su cuerpo, extrapolando al exterior todos los fantasmas que habitaban por su mente.
The Woodmans es, sin duda, un retrato desgarrador de unos padres que tienen que hacer frente ante el dolor de la pérdida de su hija, tratando de buscar ese consuelo a través del conocimiento de la obra de Francesca al mundo. En él podemos contar con diversas entrevistas de ellos así como del hermano mayor de la artista y de sus amigos más cercanos, además de grandes estudiosos de su fotografía, tanto conocida como desconocida. Sus diarios, sus cuadernos y vídeos, sacados aquí a la superficie, tal como nos explica una de sus compañeras de cuando residía en Florencia, delatan una ambición innegable en una artista que, a pesar de su corta vida, a día de hoy ya ha conseguido ser una de las más grandes referentes en la historia de la fotografía y el arte contemporáneo.
Sin embargo, y a pesar de todo, Francesca ya parecía conocer su propio, solitario y trágico destino…
“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”
«Un día más desperté sola en estas sillas blancas. Un instante entre muchos, una transición hacia otra historia. Todo lo demás es un universo sugerido. Un cuento misterioso y evocador. Fin de la historia.»