Correo literario, de Wisława Szymborska (Nórdica) Traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz | por Juan Jiménez García

Wisława Szymborska | Correo literario

Una constatación en Wisława Szymborska: era escritura. Decir que era poeta, sería justo e incluso sensato, pero es una limitación más en un mundo de limitaciones que ella no compartía demasiado (aun viviendo, buena parte de su vida, en la Polonia comunista y aislada). A la escritora y a su escritura la encontramos por todos lados, desde los trastos y recuerdos que reunieron de ella Anna Bikont y Joanna Szczęsna, hasta sus propias reseñas sobre libros (esas lecturas no obligatorias) y, desde luego, su correo literario. Por no hablar de su propia vida o persona, convertida en todo un personaje. En 1951 aparece Życie literackie, una publicación de carácter literario en la que, desde el primer número, participa la escritora. Un par de años más tarde entrará a formar parte del consejo de redacción y será a principios de los sesenta cuando surgirá la sección Correo literario, que llevarán ella y un colega más (anónimamente, pero fáciles de identificar conociendo las circunstancias). En ese Correo literario van respondiendo a las obras y textos varios que les van llegando a la redacción, y Wisława Szymborska, cuyo sentido del humor (y mala leche) era notable, aprovecha no solo para responder educadamente a esos intentos de escritores, sino que, además, pacientemente, nos va ofreciendo un divertido tratado literario (que no por divertido es menos cierto y profundo). 

Bien sea a través de los defectos de los demás (la mayor parte de las veces, porque poetas, lo que se dice poetas, no hay muchos, pero escritores de poemas los hay a patadas, ahora y siempre) o los aciertos (que también los hay, con la debida racanería que tiene esta cosa del talento) lo cierto es que se las apaña para decir dos o tres cosas sobre la poesía o la literatura. Y es que ella piensa (y yo pienso, aunque soy consciente de que lo interesante es su opinión) que para estas cosas uno tiene que haber nacido. Y que ser poeta es algo que viene en los genes y escribir poesía porque te has enamorado por primera o segunda vez o para amenizar las veladas familiares, eso es otra cosa, y uno no debe dejarse encandilar por los cantos de sirena de aquellos que piensan que ni tan mal, que se merece ser publicado, unos por pureza sentimental y otros por su habilidad para las acrobacias (que en poesía se hacen rimando y silabeando). Eso no quiere decir que esté mal escribir, aún desde la más bisoña experiencia (eso sí, ¡al menos respetando la ortografía y alguna que otra regla gramatical!). Lo terrible es salir del ámbito privado e intentar alcanzar el público (¡y qué decir de la eternidad!). Eso es otra cosa. Un atrevimiento la mayor parte de las veces. La poesía puede surgir improvisadamente, como un accidente, pero es un accidente que requiere de un esfuerzo notable y para el que no solo hay que estar dispuesto sino tener esa genética.  

Nos reímos mucho con el Correo literario (aquellos a los que iba dirigido, seguramente mucho menos y las más de las veces los imaginamos humillados y ofendidos). Y, curioso, nos sorprendemos de esa libertad en las respuestas, esa sinceridad. ¡Quién se atrevería a tanto hoy en día! Acabaría apaleado en cualquier esquina oscura de una red social. Los sentimientos. Hasta los aspirantes a poetas tienen sentimientos, que deben ser conservados, como ellos alentados, mientras pensamos en crueldades que ni la escritora polaca imaginaría. Queremos respetar tantas cosas que no respetamos nada. Como si una retirada a tiempo no fuera ya una victoria. O como si un lector, un buen lector, fuera menos que un escritor, un buen escritor. Como en aquella selección de fútbol brasileña, todos queremos ser delanteros y ninguno portero. Sí, envidio mucho a Wisława Szymborska, porque podía pensar y decir lo que pensaba. Al menos sobre aquel correo literario.  


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