Hielo con espinas, de Violeta Nicolás (Ediciones Franz) | por Gema Monlleó
“sal a alimentarte de *es*tre*llas*
fugaces en lo oscuro”
Leo poesía desde la piel, desde el trueno que zarandea mis venas, desde el impacto que las imágenes en versos me causan. Escribo desde un lugar similar, desde las ondas concéntricas que esa colisión ha provocado. A veces desde el vórtice, a veces alejándome del abismo del remolino central.
Violeta Nicolás (Murcia, 1984) ha construido con el poemario Hielo con espinas (Franz ediciones) un “dispositivo palpable” (según sus propias palabras), un polo-cactus-florido (imagen de cubierta) que es palabra y es cuerpo, membrana, hueco, grieta, musgo y sal marina. Pequeñez ante el mundo (que tanto es este que pisamos como su universo poético) que busca reflejos-sombras, que anida y arraiga (aunque sea sobre nepentes holdenii -planta carnívora-), que demanda respuestas de un demiurgo místico invisible.
Nicolás tiende las anclas en multidirecciones diversas, no hay un único espacio al que pertenecer (“tantos ensueños sin párpados / la mecedora acuna el aliento / acurrucados somos bosque”) (“busco sabor al agua / aprieto los párpados / ojos en cerradura”), es confusión o indecisión (“lo que nos rodea no existe / aún”), genealogía etérea (“robo en el cementerio / pétalos de Georgia O’Keefe”), balanceo (“ritmo del olvido / meteorito puro / congelado / nada / de / m / í”), extrañamiento y desconcierto (incluso en la cita de Sofía Cham que abre la ** parte: “Te has comido mis entrañas / y te marchas de mi mundo / ahora que yo / me convertí en alienígena”), afirmación del hoy vs la infancia (“sólo un cuerpo por fin / una corriente”) y conciencia de muerte (“postura imposible de altar / ¿eres sarcófago o nave?”). Su poética sobrevuela espacios-cuerpos definidos (“piedras que son mil veces yo / dureza negra en equilibrio”) y mimetiza y transforma desde esa misma corporeidad (“traspasa algo de luz / por esa piel libre / con la que hacer cometas”).
Violeta Nicolás es artista, performer, crítica de arte y poeta. En su práctica performativa reflexiona sobre las identidades de la mujer, la traslación corporal (sean nubes o goteen pipas) y su/nuestro lugar desde el que convivir con/contra un mundo que a veces arrulla y otras expulsa. Hielo con espinas es su cuarto poemario, más vanguardista que los anteriores, más extremo en imágenes y forma (el poema como casi-dibujo con sus versos cortados, guiones, asteriscos) y de una intimidad bellamente explícita (“lengua en zigzag / caricias en succión / o remolinos / tiempo en modo giratorio / tentacular / agarrarse / romper de papilas / poros abiertos / al roce”).
Leer a Nicolás es amoldarse a su cuerpo y a la corporeización de su entorno. El alrededor se percibe a través de la piel-membrana (“labios de agua / lengua doble / turbulencias extremas / la esfera en un soplo / de la carne residual”) y la interrogación poética pregunta a la materia corpórea (“repite repite repite / el cuerpo qué es / ascua o ruego”). Puro tacto, roce, tiento, tactibilidad extrema (“sobre mi cuello / succionas / signos de arrebato”), interior tangible (“una gota cae en el lagrimal”), el continuum sensorial de un rastro (“hay testigos de las olas / titubeo dentro”). Mención aparte merecen los homenajes a ellas, a las ellas inspiradoras, a las hermanas literarias de hielo y espinas: Merini, Plath, Safo, Pizarnik, Dickinson, Lispector… Su presencia amniótica, explícita a veces, otras no, es el refugio-útero(“sideral”) desde el que (re)nacer y al cual regresar, marea constante, circular como la sangre, “rueda rueda rueda”.
Leo el final del último poema: “las palabras acorralan / hacen tiras de mí / lánzate al suelo / ovíllate”. Y esa es la imagen que guardaré. La del ovillo, la del (re)meterse, la del acurrucarse, la de la espiral de la herida primigenia alrededor de la que danzamos desde antes de nuestro principio hasta después de nuestro final.
Coda: La edición artesanal y numerada de Ediciones Franz (libro cortado, cosido y pegado en un atelier) convierte este bello poemario en, además, un objeto-libro bellísimo.