El viaje de invierno & sus continuaciones, de Georges Perec & OuLiPo (Eterna cadencia) Traducción de Eduardo Berti | por Juan Jiménez García
Nuestros años oulipianos. Hay una presencia asombrosa del OuLiPo en nuestros días. Una presencia casi conmovedora, si contamos con que fue fundado hace ya más de sesenta años por Raymond Queneau y François Le Lionnais. No menos interesante es lo contemporáneo que nos resulta Georges Perec (¡hasta aparecen nuevas cosas suyas en los cajones!) y, en fin, la vida literaria, por una vez o una vez más (según nuestro negativismo o positivismo), nos sonríe. Y entonces Eterna cadencia publica El viaje de invierno. Uno pensaba que El viaje de invierno era un librito pequeño, ya editado en su día, en un intento más que encomiable de que pareciera un libro lo que no era ni una nouvelle, sino más bien un breve relato, un juguetón relato a la manera del escritor francés. ¿Y entonces? Entonces ocurre que otros integrantes del OuLiPo continuaron no allí dónde él se quedó (dado que él no se quedó en ningún sitio en particular) sino que siguieron jugando la partida. Y ya no se trataba solo de jugar con las resonancias del título (El viaje de ayer, El viaje de Hitler, etcétera) sino de ir más allá o acá.
Pero ¿qué demonios contaba Georges Perec en El viaje en invierno, capaz de generar tanto entusiasmo procreador y secuencial? La historia de la aparición de un libro del mismo título escrito por un desconocido Hugo Vernier en el siglo XIX y que voltearía la literatura de ese siglo, porque el libro es plagiario por anticipación. Es decir, en él se encuentra lo mejor de la poesía francesa posterior, atribuida a un número interminable de clásicos, convertidos así en simples copistas. Pero, el libro, tal como aparece en manos del joven profesor Vincent Degraël, en casa de los padres de su colega Denis Borrade, desaparece, convirtiéndose en un recuerdo y una certeza indemostrable. ¿Y qué fue entonces del libro? Y ahí aparecen en resto de oulipianos, entregados al reto de continuar la historia, de enfrentarse a ella, de enfrentarse a sus predecesores, de puntualizar a los otros, de referenciar, de sumar, siempre de sumar, vueltas y revueltas, paradas y más paradas en ese fascinante viaje.
Hasta que Jacques Roubaud pone el punto y final (aunque no estamos seguros de que no sea un punto y aparte, en esta obra abierta). Final de maratón, lector mareado sin duda por las elucubraciones, las fantasías y los inventos tan inverosímiles como escandalosos de los oulipianos. Y lo dice aquel que lo empezó con El viaje de ayer y tras el que podemos encontrar nombres ilustres, como Hervé Le Tellier, Harry Mathews, Jacques Bens, Marcel Bénabou o, en otra vuelta de tuerca, alguno escondido tras el propio Hugo Vernier o de H. Verni… Y, además un oulipiano que (creemos, porque con estos señores solo se puede creer) que no ha escrito nada alrededor de ese viaje de invierno, sino que los ha traducido a todos: Eduardo Berti. Con todo, un libro para disfrutar. Mucho. Un bello homenaje a Georges Perec (insuperado, todo sea dicho… El viaje de invierno es la mejor de las contribuciones a El viaje de invierno).