Magma, de Thora Hjörleifsdottir (Galaxia Gutenberg) Traducción de Elías Portela | por Gema Monlleó

Thora Hjörleifsdottir | Magma

Magma
1. m. Materia residual espesa y viscosa que queda después de exprimir las partes más fluidas de una sustancia.
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española 

“La niebla se ha posado en mi frente. Mi cuerpo está aletargado y entumecido, una mosca doméstica ha aterrizado en mi rostro y no tengo fuerzas para apartarla. Los párpados se hacen pesados, sucumben bajo la presión. Siento ganas de dormir durante cien años y olvidarme de mí misma” 

La violencia no siempre es un cuchillo que aparece y corta y sangra y, a veces, mata. La violencia muchas veces es una termita en la madera, una termita que va carcomiendo, corroyendo, mordisqueando, agujereando, desgastando, horadando, ajando, deteriorando, dañando, ulcerando, minando, devorando, consumiendo, debilitando, en un proceso lento e invisible, hasta la destrucción y el derrumbe final.  

Magma, primera novela de la poeta Thora Hjörleifsdottir (Islandia, 1986), es la historia de un hombre-termita narrada desde la voz de una mujer-madera con dos únicos protagonistas: él, narcisista, ególatra, inmaduro, estudiante perpetuo, mayor que ella; ella, postadolescente, inmadura y estudiante por edad, tóxicamente enamorada. Texto breve, conformado por cortos capítulos-escena, algunos con párrafos mínimos, ninguno superior a página y media, cada uno de ellos el episodio de un hecho, sin apenas reflexión sobre el mismo, casi un inventario de agravios en una suerte de diario no datado (“¿También te has acostado con ese? Un hombre guapo como yo no puede estar con una chica que ha andado con tanto adefesio”). 

En la novela, él. En la novela, ella. 

Él y sus normas. Él y sus “consejos”. Él y sus prohibiciones. Las normas de él para ella. Los “consejos” de él para ella. Las prohibiciones de él para ella. Las normas que él no cumple. Los “consejos” que él no precisa. Las prohibiciones a las que él es ajeno. Mandamientos en una única dirección (”el otro día añadió que quiere que deje de fumar y que por cada cigarrillo que me fume, él va a tirarse a ocho mujeres”). Él y su entorno: el piso en el que vive con la mugre acumulada (por culpa del compañero de piso), los hijos a los que no ve (por culpa de sus madres), el divorcio de sus padres (¿por culpa de su madre?), la familia con la que apenas se trata (por culpa de su insulsez). Él, el nunca culpable. Él, el siempre víctima. Él y su Ex. La presencia constante de su Ex (“creo que ella aún está enamorada de él”). La afinidad de él con su Ex (“es como si él la considerase una santa”). El ninguneo hacia ella de él y su Ex (“un día me dijo de quedar en una cafetería y cuando llegué, allí estaba sentado con ella”) . Los detalles sexuales que él le cuenta de la relación su Ex (“él ya me ha dicho muchas veces lo bien que se lo pasaba acostándose con ella y lo buena que era mamándosela”). Él y las otras mujeres de/en su vida. Él y las mujeres vistas a través de él: infantiles, inmaduras, piradas, drama queens. Él y las otras mujeres de/en su vida. Él y las mujeres que le sirven a él: protectoras, nodrizas, incapacitantes (“su madre siempre le lava la ropa, viene desde Selfoss con la colada limpia y vuelve con el coche para casa con la ropa sucia”). Él y las otras ellas. Ellas a través de internet. Ellas en su piso. Ellas en el semisótano. Ellas y los zapatos de tacón de Kron. Ellas y el jacuzzi de una de ellas. Ellas y el sofá de la universidad con una de ellas. Ellas, para ella a veces vistas, otras intuidas. Ellas, para ella leídas. Ellas, para él. Él y el sexo. Él y sus apetencias sexuales (“mientras se la chupo se me caen las lágrimas, pero no es que esté llorando, es un reflejo”). Él y sus insistencias sexuales (“al final me dejé convencer. No fue ni bueno ni malo, simplemente pringoso e incómodo”). Él y su voracidad en el sexo. Él y el placer de él. Él, sólo él. Él.  

Y ella. Ella cada vez más sometida. Ella cada vez más deprimida. Ella cada vez más destruida. Ella cada vez sintiéndose más incapaz. Ella, incapaz hacia ella. Ella, incapaz con él. Ella. Ella que asume, y soporta, y tolera, y permite, y asiente, y admite, y accede, y claudica, y consiente. Ella que se anula para complacer (“Siempre quiere meterse conmigo en la ducha… A veces también quiere mearme encima… No me importa demasiado, después de todo, estoy en la ducha, puedo limpiarme inmediatamente”). Ella, que ya no fuma, y ya no se pinta, y ya no socializa, y ya… Y ya no es ella (“ya me ha pelado como una cebolla. Me he quedado en nada, envuelta sólo por una finísima piel, y me escuecen los ojos”). Ella que miente, y inventa, y finge, y falsea, y deforma, y maquilla, y simula, y adorna, y omite, y silencia. Ella, con sus amigas: “si una se pone a comentar lo que sucede dentro de una relación, suena todo tan embrollado que es muy fácil juzgar, y no quiero que lo proscriban para siempre”. Ella, con su familia: “Yo todavía no les he mencionado a mis padres que tiene hijos, me ha pedido que no les comente el asunto, o por lo menos, que esperemos un poco”. Ella, aislada. Ella, sola. Ella y el sexo. Ella y el sexo como elemento conciliador (“El sexo se ha convertido en una tarea del hogar, no muy diferente a lavar los platos, hay que ocuparse de ella para evitar que no termine todo patas arriba”). Ella y el sexo sólo como elemento pacificador. Ella y el sexo nunca como placer para ella. Ella y el dolor. Ella y el dolor en el amor. Ella y el dolor en el sexo. Ella y el dolor en la autolesión (“el corte aliviaba la presión en mi cabeza, ya no estaba a punto de estallar, había dejado de llorar”). Ella, doliente. Ella, dolor. Ella, ausente en su existencia. Ella, horadada. Ella, vaciada (“Cuando me siento como si me hubiese despellejado toda con un rebanador de queso, me recuerdo a mí misma esto: el amor es todo un espectro de colores. Hace tanto daño como hace bien”). Ella, que se mira y se nombra “mercancía dañada”. Ella, apenas ella. Ella. 

En la novela, ella. En la novela, él. 

Retrato no sólo de un monstruo desde la mirada de la víctima sino también de esa parte de la sociedad heteropatriarcal (nórdica aquí aunque universal) que considera a la mujer como un objeto modelable para la satisfacción (especialmente sexual) del hombre. Retrato de la herida de la cosificación y de la fatídica aceptación inconsciente de la autodestrucción. Al igual que en la película How to Have Sex (Molly Manning Walker, 2023), donde el rito de paso sexual a la edad adulta está ligado a una violencia falsamente soft que cuestiona la evasión y la presión social sobre las mujeres poniendo el énfasis en el consentimiento, Hjörleifsdottir muestra sin juicio el pensamiento contradictorio y, a medida que la termita lo agujerea, cada vez menos analítico y más confundido de una joven en una espiral de abusos, humillaciones y maltrato que va mucho más allá de lo que hoy (no sé si con cierto blanqueamiento del término) denominamos relaciones tóxicas.  

En la primera página de Magma, previa al inicio de la novela, se lee: “En el silencio florecen la vergüenza y el aislamiento y si nadie rompe ese secretismo, el cuento se repite una y otra vez”. Contar una historia rompe el silencio. Exponer pone sobre aviso. Escribir fija conductas. Leer despierta la receptividad.  


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