Avión de papel. Poemas escogidos 1989-2014, de Simon Armitage (Impedimenta) Traducción de Jordi Doce | por Francisca Pageo
Simon Armitage es uno de poetas más prolíficos y reconocidos del panorama actual en la poesía británica. Poeta laureado, con muchos y largos poemarios a sus espaldas, tenemos aquí los que corresponden, con alevosía, a los recogidos y escogidos entre 1989 y 2014. Con traducción, prólogo y notas del gran Jordi Doce, nos metemos de lleno en su mundo tan peculiar y tan humano. Digo humano como digo hombre como digo perro como digo fruta. Aquí la fisicidad se vuelve lo más importante.
No estoy acostumbrada a leer este tipo de poesía, tan natural (la poesía artificiosa me ha nublado un poco la vista) y tan directa y cotidiana que nos detalla la vida que pasa, la vida corriente, la vida de allí y de aquí y de allá. Estamos ante una poesía que se nutre de la experiencia vivida, de un yo que pesa sobre las cosas, pero también pesan esas cosas de las que habla Armitage. Una no puede salir a flote sin agarrarse a poemas como estos, donde el sol brilla como una lentejuela. Las metáforas son vivas y elocuentes y los pasos dados se escurren allá por donde pasamos. Estos poemas se escurren por nuestros dedos, pasamos las páginas y no nos damos cuenta de que cada poema parece un relato, una historia. Es este libro un poemario de poemarios llenos de historias, creo que no hay nada que lo defina mejor, que lo presente mejor. Me gusta cuando Armitage nos presenta a animales, o nos presenta un acontecimiento pasado, o su hogar, o su gente amada. Armitage los recoge como si recogiera pequeños juguetes para formar una casa, una ciudad, un condado, un país.
No podemos salir de estos poemas como salimos cuando leemos una novela o un ensayo, pero estos poemas requieren de un aspecto fundamental en estas dos últimas cosas: la lucidez. Sin duda los poemas de Avión de papel son poemas lúcidos, escogidos por su nivel de conciencia sobre el estado en el que nos hallamos ante la vida. Dice Jordi Doce que un buen poema es siempre algo o mucho más que la suma de sus partes, no le falta razón. Y estos poemas son buenos, dilucidan mundos, sobre todo el mundo de Armitage, lo que le concierne. Estamos así ante una poesía de la experiencia, de lo concreto, de lo también artificioso y natural en el mundo humano. Conforme leemos, vamos creando la historia que nos cuenta. Cada poema da lugar a esos mundos que hallamos en este y de los cuales no nos damos cuenta a no ser que estemos muy pendientes.
La poesía de Simon Armitage es una poesía de la otredad, del otro, pero también del yo. Aquí no hay yo sin otro como no hay otros sin nosotros. Para que esta poesía exista se debe recoger una experiencia de la vida, de lo concreto en la vida material. Profundamente humana, la poética de Armitage nos señala aspectos de la realidad –-de la de aquí, de la de allá––, una realidad que podemos ver en estos poemas como si estuviésemos viendo una película independiente. Hay ecos a ello, como si estuviésemos viendo, claramente, una película con Philip Seymour Hoffman o el mundo de la película Paterson de Jim Jarmusch si estuviese rodado en Inglaterra.
Pero no nos vayamos por las ramas, la poesía de Armitage es una poesía de lo cotidiano, de lo que abunda en la realidad. Es una poesía que podemos tocar y percibir. Está aquí. Estamos ante una poesía que ni quiere ni puede irse a ninguna otra parte. La tocamos con nuestras manos, con nuestros dedos, le damos una patada con nuestros pies, la miramos con nuestros ojos y la saboreamos con nuestra boca. Poesía de lo tangible y lo material. Y la apresamos para que no se vaya, para que no se marche a ningún lugar. Una puede quedarse muy cómoda en el sillón que nos prestan estos poemas, pero a veces se reclina y debemos adaptarnos, debemos levantarnos para regular lo que se va cayendo y cayendo y cayendo, hasta la vida más allá de la vida.