Pensar no es buena idea, de Rafa Maltés (Ediciones Asimétricas) | por Juan Jiménez García
Vivimos en los tiempos del descrédito y la desconfianza hacia la prensa escrita. Ya no es una cuestión de papel o no papel. Simplemente aquello que leemos se aleja cada vez más de esa realidad que vivimos, y, en el mejor de los casos, nuestras querencias por tal o cual medio solo son una cuestión de distancia, sin que nada acabe de convencer. Es inquietante. Sin embargo en casi todos ellos hay un espacio de una extraña credibilidad, lo cual nos lleva a pensar en aquel programa de humor de la televisión británica que fue pionero en dar las noticias desde una visión irónica. Ahora la parodia es más cierta que la realidad. Así, las viñetas gráficas de los periódicos han tomado el testigo de una verdad que escurridiza. Encontramos en ellas lo que no logramos encontrar en toda aquello que las rodea.
Por otro lado, la ironía es un concepto tan resbaladizo como otro cualquiera. En este sentido, no deja de ser emblemática la obra de El roto, que en su seriedad no deja de ser un sarcasmo que se enfrente a eso que está, que se nos impone, que se no intenta hacer pasar por lo que hay. Sin solución. E instalado no muy lejos de El roto se sitúa la obra de Rafa Maltés, con todos sus matices, otras querencias y puntualizaciones. Publicadas en el diario digital Nueva Tribuna, se recogen ahora en un libro palpable y deseable por Ediciones asimétricas.
Hay algo en la obra de Maltés que me lleva hasta el grafiti. Al grafiti como expresión política. Como grito callejero y anónimo. Su trabajo sobre la fotografía llevado a una mancha negra, a una sombra, a una intuición, podríamos encontrarlo alguna pared y no nos sorprendería, como tampoco que sus mordaces, incisivos, comentarios formaran parte de otro mayo del 68 que ya no llegará. Los gritos se parecen unos a otros, porque la desesperación, las dudas y los miedos siguen siendo los mismos, ahora como hace años. Sus viñetas no siempre necesitan esos textos para ser entendidas, pero otras se convierten en el hilo necesario que las ata a la realidad. O su contrapunto.
A veces, los gritos son apuntes, reflexiones. Una viñeta, una ilustración que nos hace pensar, en su fugacidad (aunque siempre aspiren a permanecer, a dar vueltas en nuestras cabezas, siempre demasiado ocupadas). Un destello, una confirmación, una intuición. Una invitación a pensar por nuestros medios, sin las evidencias de los textos. Un lugar para el doble sentido, el triple, como los saltos mortales. Otra cosa que ya las noticias no pueden darnos, empeñadas en darlos las directrices adecuadas y las debidas consignas. Cualquier ilustración es una invitación a un momento de silencio. Con o sin texto. Y así, como en aquella voz de la luna, en ese silencio, tal vez lleguemos a comprender algo.
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