La segunda espada. Una historia de mayo, de Peter Handke (Alianza) Traducción de Anna Montané Forasté | por Juan Jiménez García
He visto tantas películas de venganzas… Cientos. El cine hongkonés, el cine japonés,… Venganzas terribles, preparadas durante años. El vengador formándose para ello, viviendo con ese único objetivo épico. Porque la venganza no puede ser algo minúsculo, un acontecimiento más. Tiene que ser algo épico. La literatura épica es la pasión confesada de Peter Handke. Es difícil pensarlo en una escritura buscadora de lo mínimo, del paisaje, de las sensaciones que están aquí o allá, y que tan a menudo se nos escapan en esta vida de máximos inalcanzables. Detenerse. Parar. La segunda espada. Una historia de mayo, es la historia de un momento. De ese momento en el que deben encontrarse los pensamientos y los deseos de los años pasados. El deseo de vengarse, de vengarse de la periodista que acusó a la madre de alegrarse de la anexión de Austria a la Alemania nazi (y, por otro lado, qué podía de tener de extraordinario esta acusación; ¡la inmensa mayoría de los austriacos se alegró!). El hijo, demasiado parecido al escritor, con tantas cosas tomadas (lugares, acontecimientos, oficio), considera llegado ese instante en que los pensamientos necesitan una justa materialización. Entonces emprende el viaje que ha de llevarle a realizar lo tantas veces rumiado. Un viaje en dos partes.
Primero salir de casa, salir de ese pueblo en las afueras de París. Pensar en las razones, pensar en cómo llevar a cabo el resultado de esos razonamientos. El hombre recorre los lugares y se detiene en ellos. Todo tiene algo que contarle y todo participa de sus sentimientos y, tal vez, son la prolongación de un sueño o el sueño mismo, invadido por esa realidad de todos los días, de los días que salen a su encuentro como las personas que están ahí, alrededor, y que podrían también ser parte de esa venganza. Alguno incluso se ofrece a llevarla a cabo. Pero no, no tendría sentido. Tiene que ser él mismo. Tiene que ir hasta allá, tiene que encontrarse con la periodista. Tiene. En una conversación no muy lejana, en un programa de radio escuchando no hace mucho, Peter Handke confesaba que su afición por las frases cortas había dejado pasado a las frases largas. En La segunda espada, las oraciones se entretejen formando un complejo, pero accesible, entramado. Estamos dentro de ellas, saltamos de unas a otras, un paseo sin un objetivo concreto, unas palabras que crecen alrededor de los pequeños actos cotidianos, de lo habitual, por así decirlo, se convierten en una narración también épica. Una épica sin grandeza, un héroe sin los atributos del héroe, una misión como un acto banal. Las palabras enracimadas al hombre que piensa. El hombre que camina, que busca.
Después, segunda parte: ejecutar la venganza. Moverse. Ir hasta. Cumplir. Hay que ir hasta París, coger un nuevo tranvía, caminar, autobuses. Un lento recorrido para una causa lejana. Pensar, no dejar de pensar. Alimentar la maquinaria, porque de una maquinaria se trata. Alimentarla porque no podemos dejarla ahí, a un lado, expuesta a las dudas, al asalto de estas. Las palabras alimentan las razones, las frases construyen un alambre de espinos imposible de cruzar (y tampoco el narrador quiere evadirse de su destino, sino cumplirlo, acabar lo que empezó, sin que él lo buscase). Aunque el propósito es épico, es la escritura de Peter Handke la que asume el peso de las cosas. La historia podría ser contada en una sola o en unas pocas líneas. Apenas nada. Queda el ligero trazo de una intriga, el qué ocurrirá. Pero La segunda espada no es la narración de un acontecimiento, sino la construcción de un relato. Alrededor de esas pocas líneas, Handke crea el mundo. Lo dota de sensaciones, le da un contenido físico, sopla sobre él el aire del tiempo. La venganza podría ser esta u otra. El ajuste de cuentas podría ser del narrador con esa periodista o del escritor con algunos otros. No tiene importancia porque al final, lo que sobrevive a la miseria del mundo y también a los grandes gritos es la escritura. La venganza es escribir, seguir escribiendo, seguir construyendo una y otra vez ese mundo, dotarle de su fragilidad y de su dureza. Andar. La escritura de Peter Handke es el acto mismo de andar. El héroe anda. Su épica es seguir atravesando esos caminos que el escritor ha construido alrededor de él.