Fuego la sed, de María Sánchez (La Bella Varsovia) | por Francisca Pageo

María Sánchez | Fuego la sed

Estamos ante el segundo pormario de María Sánchez,  Fuego la sed. Un poemario que recorre la genealogía de un lugar, que es un mapa, un territorio en el que habitar si somos capaces de sobrellevar el peso de haber nacido. María Sánchez surca el vasto pellizco que nos transmiten la huella y el arroyo en el que estos poemas viven.

Es este un poemario que es un conjuro, pues la autora invoca a los elementos como si de un acto de magia y amor se tratase. Duermen los animales, el fruto, el ave. Duerme la autora sobre las palabras para soñarlas así,  de esta manera tan huidiza pero a la vez tan exacta: «Ya no hay agua / que arrastre / todo aquello / que no supimos decir.» Los elementos que invoca viven por y para ellos mismos. Se destaca el agua y la tierra,  que como urdimbres, van recogiendo aquello que el aire no ha sabido proteger. La belleza de la naturaleza en este poemario es innegable y nos invoca a nosotros mismos también para hacernos partícipes.  Aquí somos amados sin darnos cuenta, somos habitados por los poemas de Sánchez como si las palabras supiesen crear una casa, un cobertizo en el que protegernos. Así es como se protege la poeta, invocando las palabras, haciéndolas crecer bajo las extensas campiñas que nos proporcionan las imágenes de este libro. Porque es un libro de imágenes,  de pinturas que buscan un lugar en el que hallar claridad y siembra.

Así,  este mapa en el que nos hallamos recoge hálitos de vida y templanza: «Queríamos ser flor / brizna cáscara de cereal / un tallo quebradizo / liquen o corteza.» Cómo el hombre recorre estas tierras y las transforma, cómo quiere las tierras y las recoge. Pero aquí estamos sobre todo ante una mirada. Y es que a veces miramos porque no podemos hacer otra cosa. Y eso que miramos se transforma como los guijarros por el suelo, en el que bailan las plantas y en el que el vuelo de los pájaros hacen detonar una vida por vivir. Una vida que existe gracias a  aquello que hemos sabido mirar bien. Es este un poemario sobre la mirada. Las cosas resplandecen cuando las huellas empiezan a existir, pero, ¿qué es lo que hace que algo resplandezca? Es la poesía,  el signo vital de la vida, de lo que sobrevuela. El marco y los bordes de este libro son un umbral. El poemario, este poemario, ha creado su tiempo y espacio propios. Es un escondite del mundo de ahí fuera, pero es mucho más que eso. Sólo leyéndolo podemos verificarlo.


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