Pools from above, de Brad Walls (Smith Street Books) | por Gema Monlleó

Brad Walls | Pools from above

Me encanta descubrir que mis obsesiones son compartidas. Recuerdo una frase repetida mil veces en mi colegio: “los burros del mismo pelo se saludan”. No me gustaba nada que me la dijesen pero al final una le da la vuelta a las frases-desaire y las integra a su favor. Así que, bajo esta consigna, comienzo la siguiente reseña escribiendo: ¡Hola, Brad Walls! 

Walls es un fotógrafo australiano (Sydney, 1992) especializado en fotografía aérea hecha con drones, de corte minimalista, que busca capturar conceptos puros (en muchos casos geométricos), más que abstraerse con la belleza y el épaté de los paisajes. En sus series sobre bailarinas, nadadoras de natación sincronizada o piscinas, Walls se muestra en la fotografía como Joan Brossa en la poesía: un virtuoso poeta visual. 

Pools from above es un libro-serie con elegantes imágenes de piscinas de todo el mundo. Walls dispara desde ángulos y perspectivas singulares componiendo un poema río de 89 versos-imágenes que evocan la paz anfibia que encuentro bajo el agua clorificada. Las piscinas de Walls, soleadas, solitarias, en perfecta armonía con su entorno, son como un lienzo en el que imagino el nadar como la posibilidad de trazar nuevas líneas que complementen la simetría del paisaje y como una invitación arquitectónica con la que explorar mi relación con el agua, una morada que para sí quisiesen las náyades griegas, un lugar sagrado de oración acuática.  

A diferencia de las piscinas que retrató Slim Aaron (muchas de ellas recogidas en el libro Poolside, Abrams Books, 2007), con fiestas alrededor del agua de un glamour bullicioso que miraba con optimismo al futuro tras la Segunda Guerra Mundial, las de Walls son albercas casi siempre vacías de personas, que parecen retratadas tras el amanecer, como esperando a que los habitantes de sus casas se despierten para darse el primer chapuzón. Tumbonas, sombrillas, peldaños en el agua, flotadores, elementos ordinarios que añaden una dimensión humana aunque incorpórea y que están en sincronía con las gamas de azul o verde del agua, el gris o los terrosos de las losetas de alrededor y el colorido vergel de las plantas que las circundan. Me quedo ensimismada pasando las páginas del libro: formas curvas, bordes afilados, ángulos rotos, bailes de reflejos del sol en el agua, sombras que juegan con las superficies, el movimiento ondulante de una gran lágrima plana meciendo mi mirada, la pura calma detenida en cian. Algunas de las piscinas de Pools from above son tan perfectas que no parecen reales y pienso que tal vez sea ese uno de los propósitos de Walls: provocar tanto el deseo como la extrañeza en un minué de coreografía perfecta, permitir la abstracción sobre la que trazar sueños de agua, suscitar la nostalgia de los placeres del verano. ¿Poesía? Poesía. 

En contraposición con la atracción de los espacios vacíos, Walls retrata también algunas piscinas públicas que sí tienen nadadores o bañistas, estampa fiel de su uso, aunque manteniendo siempre la sensación de silencio y calma que caracteriza sus imágenes al optar aquí también por la aparente coordinación de los cuerpos en movimiento y el equilibrio compositivo.  

Para el proyecto de este libro Walls viajó durante tres años por todo el mundo y tomó más de 1.000 fotografías (¡yo quiero verlas todas!) con su dron Mavic 3 disparando desde la mirada de un dios celestial sobre un oasis acuático de construcción mortal. Algunas de las piscinas retratadas pertenecen a casas diseñadas por reputados arquitectos: Kaufmann Desert House (Palm Springs, California) diseñada por Richard Neutra, Crescent House (Encinitas, California) de Wallace Cunningham, la Residencia Sheats-Goldstein (Beverly Hills, California) diseñada por John Lautner (que ha aprecido en películas icónicas como El gran Lebowski, Joel Coen, 1998), el Le Chacuel + Spa (Joshua Tree en el Yucca Valley, California) diseñada por Mila Morr, o la piscina rosa brillante de la  Cuadra San Cristobal en Ciudad de Mexico diseñada por Luis Barragán: una piscina para caballos y no para personas (sí: una piscina para la hidroterapia equina), porque el placer asociado al agua no es sólo humano. 

Muchas de las piscinas retratadas por Walls me remiten a las piscinas pintadas por David Hockney (Bradford, Inglaterra, 1937), cuadros de gran formato cuya intensidad cromática juega con la luz y los reflejos en la superficie plana del agua. Líneas puras en ambos y una sensación permanente de armonía y sosiego estival. Y amor, amor por el agua, amor por el cloro, amor por el bordillo de la felicidad (esa bella etiqueta de Anabel Vázquez que suelo recordar en este mi Ciclo del Agua) elevando las formas y espacios de las más bellas masas de agua a la categoría de arte. 

Regreso al libro. Me acomodo con Pools from above en el regazo e inicio de nuevo el paseo poético y visual por los 89 versos-fotografía con los que vuelvo a dar la vuelta al mundo en una anfibia peregrinación de belleza acuática. Silencio, se viaja. Silencio, se sueña.


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