El funeral de Lolita, de Luna Miguel (Lumen) | por Inés Martínez García

El funeral de Lolita | Luna Miguel

Noviembre azota nuestros cuerpos con aire frío y un lejano olor a castañas y leña quemada. Si me preguntan a qué huele mi noviembre diría que a calor de radiador y calcetín chamuscado. Y si me preguntan por su sabor… diría que a tortas de anís. La primera novela de Luna Miguel no solo huele a libro, sino que también desprende un matiz a vino abocado, dulce.

El funeral de Lolita es una novela que trata el papel de la nínfula en la literatura, desde una perspectiva más feminista y crítica con el sexo. Helena es la protagonista de esta historia. A lo largo del libro conocemos, por un lado, a la Helena adolescente de Alcalá de Henares —una ​lolita que se va desmitificando—, que mantiene una relación secreta con su profesor de lengua y sufre por la muerte de su madre. Y, por otro lado, a la protagonista adulta de 30 años, que abandona Barcelona horas después de enterarse de la muerte de Roberto, su profesor del instituto —el Humbert Humbert de esta historia—. Aunque el descubrimiento del amor y el deseo levanta a la mayoría de los adolescentes los pies de la tierra, a Helena son los libros, y la curiosidad por el saber y de impresionar a su profesor con la grandeza, lo que la mantiene más cerca de la cordura.​ ¿Y cómo se mantiene la «cordura»? Qué bonita la palabra «cordura». Me recuerda a cordero y a corazón duro.

La autora de​ El funeral de Lolita, Luna Miguel, es una de las poetas más reconocidas de nuestro país, al mismo tiempo que editora, periodista y, ahora, novelista. Luna escribe sobre el cuerpo y la sexualidad sin ahondar en tópicos románticos. La realidad que nos envuelve debe mostrarse tal y como es, aunque mucho leer sobre ella y describirla nos conduzca a páramos tan gélidos como acalorados.

La protagonista adolescente toma conciencia de lo que el sexo puede provocar en una relación, conforme su aventura con el profesor avanza. De la hermosura que encuentra en la ausencia del sexo y el desasosiego que este provoca. Como escribió Almudena Grandes y nuestra autora cita en la novela: el sexo empacha. El sexo puede ser el fin de todo, el desvanecimiento. ​El orgasmo, como la muerte, deja el corazón vacío. Helena se ha convertido en periodista que escribe, hambrienta, para una revista de crítica gastronómica. En su desplazamiento hacia el tanatorio, comienza a revivir toda la historia de amor y angustia que compartió con Roberto. Nos presenta, además, diferentes escenarios: el suicidio de su padre, su relación con el vino, la lejanía y los acercamientos incómodos en la amistad, los cambios y complicaciones con su pareja actual y a un jefe al que no ha besado, pero que bien podría ser su amante.

Luna Miguel escribe con detalle sobre el pelo, que termina siendo un hilo conductor fundamental en la novela. Un nudo se forma en su cabello al dejar Barcelona para dirigirse a Madrid, ciudad que odia y donde por primera vez se enfrenta cara a cara a la muerte, ya que, a pesar de haber quedado huérfana en su adolescencia, nunca acudió a despedirse de sus padres. Como si este tuviera vida propia y los recuerdos se fueran enredando en él, es en este viaje hacia el funeral —el de Roberto, el de los recuerdos de Helena, el de la imagen manida de Lolita— donde el nudo se hace más y más grande, como los  sentimientos, las memorias y los pensamientos que pesan sobre su cuerpo. ​¿Los tumores tienen pelo? ¿Y si mi enredón es un tumor? ¿Y si el enredón crece y me mata? ¿Por qué no soy capaz de desenredarlo? La muerte, el hambre y el sexo son los temas predominantes de esta obra narrativa, cuya máxima no es sino otra que la crítica al poder sexual y el abuso. La protagonista de la novela de Luna Miguel abre un debate sobre las nínfulas del siglo XXI que se aleja, poéticamente e incluso con cierto carácter ensayístico, de aquella Lolita de mirada desafiante del escritor ruso Vladimir Nabokov.


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