Leonardo Sciascia, escritor y editor. La felicidad de hacer libros, de Leonardo Sciascia (Libros del Kultrum) Traducción de Celia Filipetto  | por Juan Jiménez García

Leonardo Sciascia | La felicidad de hacer libros

Para el lector de Sciascia, el mundo comienza en Sicilia y las formas de escritura son amplias, casi inagotables. Esto es así y alrededor de esas certezas los paisajes y los hombres que habitan en las páginas del escritor nos son tan familiares como cualquier otro de nuestro más inmediato entorno. Ser lector de Sciascia es algo más. Como dar vueltas al mundo, a un mundo, en un tren de largo recorrido, de largo aliento, en el que pasamos una y otra vez por las mismas paradas (porque toda obra acaba por ser finita) pero como si nos encontrásemos con ellas por primera vez. Los ecos resuenan. Sicilia, claro. Esa, en sus palabras, reproducción a pequeña escala de todos los males de Italia. La mafia, pero también Luigi Pirandello o Alberto Savinio. Para un lector suyo, los amores son compartidos y tan eternos como lo fueron para él. Por eso, por muy sorprendente que pueda parecer el contenido de La felicidad de hacer libros, en el fondo solo es una piedra más de nuestra felicidad como lectores suyos. Y es que La felicidad de hacer libros podría ser un libro, como se indica, sobre su oficio de editor, que desempeñó para la editorial Sellerio, a la que le unía una relación libre, de ataduras y de dinero. Pero ¿qué queremos decir con lo de “el contenido”? Pues que estamos ante un libro que recoge sus breves textos para marcapáginas de libros que publicaban, sus notas editoriales y otra serie de contenidos mínimos (que en él siempre son máximos), que podrían verse como los márgenes y los alrededores de otra cosa, una atrevida antología de textos sin especial importancia, pero que en manos del escritor siciliano son una parte más de su obra, con la que mantienen una relación de escala, pero no de calidad. 

Leonardo Sciascia escribió ensayos, novelas (nunca demasiado extensas), novelas cortas propiamente, relatos, crónicas y pequeñas crónicas, apuntes apenas y hasta un breve diccionario pirandelliano, sin olvidad sus libros de conversaciones. Como a su amado Savinio, nada le fue ajeno. Maestro, periodista, editor, político, siempre escritor. Siempre. Escritor y hombre público. No por su exposición al juicio de los otros, sino por su decidida entrega a una sociedad civil y a los combates de la historia, grandes y pequeños. Por eso, los textos aquí recogidos, en su brevedad, no dejan de remitirnos una y otra vez a un conjunto, que es lo que es su escritura, y nada en ellos, para un lector de Sciascia, nos es ajeno. Ahí encontraremos sus propias obras (porque también escribió las notas a sus propias obras, con una graciosa distancia) pero también nombres e historias que ya hemos oído, y que nos crean esa sensación de aire de familia, esa familia de lectores de la que formamos parte. Y es que hay lectores que tienen sus escritores, tantos, pero también escritores que tienen sus lectores (y esto ya es más raro), como sociedades secretas entregadas a un placer confesable, incapaces de imaginar un mundo lector sin estos escritores. Unas sociedades secretas que aspiran a la totalidad pero que, a su vez, confían en que siempre quedará algo por leer, que algún día, como ahora, aparecerá otra cosa que alimentará eso, nuestro espíritu de lectores insaciables que necesitan que la obra de esos escritores que amamos profundamente sea, utópicamente, inagotable. Aunque las relecturas nos permitan vivir en esa ilusión… 

¿Qué es un clásico? Podríamos entender que aquel que no se agota nunca. Que no se agota ni con el paso de los años, ni de los siglos, ni de los lectores como humanidad en general. En ese sentido Sciascia forma parte de esa categoría que me atrevería a llamar clásicos íntimos, desde el momento que no buscan ni encuentran en el consenso general pero que se van pasando de lector en lector con una rara sensación de eternidad. Esos autores a los que recurrimos cuando pensamos que todo, también la literatura, está perdido, agotado, cuando nosotros estamos, del mismo modo, perdidos y agotados. En sus libros, en su manera de enfrentarse al mundo, encontramos esas ganas de seguir, de vivir, acorde a unas ideas, ciertas o no, tan inciertas como cualquier otras. Un escritor generoso que invita al descubrimiento de los otros, que nos revela las grietas de este mundo en el que vivimos, pero también nos abre puertas y ventanas.


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