Elogio de la melancolía, de László Földényi (Galaxia Gutenberg) Traducción de Adan Kovacsics | por Juan Jiménez García y Francisca Pageo

László Földényi | Elogio de la melancolía

Empieza su libro László Földényi señalando que cuanto más se escribe sobre la melancolía menos se entiende su significado. Extraña palabra… Y extraño preámbulo a un libro, un nuevo libro puesto que ya había tratado el tema anteriormente, que va sobre ella, sobre esa derivación de la bilis negra, uno de esos cuatro humores antiguos, tan presentes. Entonces, Elogio de la melancolía, más que un tratado sobre el tema es encontrarse con algo que podría ser ella, en otros lugares, tiempos y espacios, a través del arte, ya sea pintura, arquitectura, música o cine. Dar vueltas alrededor de todo ello, capturar la rareza, esa rareza que, tal vez, no es otra cosa que la melancolía. Esa melancolía indefinible, que conocemos bien, pero que somos incapaces de definir, porque, después de todo, es un sentimiento, algo que nos afecta íntimamente. Un estado de ánimo. El misterio. Hay mucho de la búsqueda de este misterio, del misterio de las cosas, en la búsqueda de la melancolía por Földényi. Y este se puede encontrar en esa misteriosa piedra de un cuadro de Durero, en las capas y capas del estudio de Francis Bacon, en una vitrina Joseph Cornell o en el devenir del cine. El ensayista húngaro, se pregunta que contiene una grabación de Joseph Beuys, en apariencia llena de actos insignificantes pero conmovedores, frente a una obra de Bill Viola, que parece transitar los mismos caminos sin llegar a ese lugar que está dentro de nosotros, sin alcanzar, tal vez, ese estado de melancolía. O cómo los retratos de Francis Bacon, lejos del realismo, alcanzan esa profundidad que los acerca más a los retratados, que nos los hace más comprensibles. 

Construido a través de ensayos particulares, girando a través de obras, de autores concretos, vamos girando y girando, como místicos danzantes, como derviches, que buscan alcanzar el significado de esa palabra sin definición precisa. Sabemos que atraviesa cada una de las líneas de libro, sabemos que está ahí, pero pocas veces es citada expresamente y muchas a modo de conclusión. Como una niebla que rodea estos ensayos. Y dentro de ella, en esos claroscuros, Földényi construye, de igual manera, una reflexión sobre cómo han cambiado las cosas, nuestra percepción de ellas. Porque ya son imposibles unas formas de arte, un arte que ha ido evolucionando lentamente durante dos mil quinientos años, para precipitarse en el abismo de la velocidad del tiempo presente. Una velocidad que se percibe en mayor manera en el cine, ese arte que no nació como arte y que, en tan solo un centenar de años ha recorrido siglos y siglos de lento reposo. Entonces, dejar de hacer cine, como dejó de hacer cine Bela Tarr, se convierte en la llegada a un abismo en el que un solo paso más nos haría precipitarnos en el vacío. Y la melancolía se instala en la certeza de que ya todo ha sido dejado atrás, también las dudas, y es como esa imagen digital que iguala todo, que se multiplica hasta el infinito, que elimina la posibilidad del error, pero también de la luz, de todas esas cosas abstractas con las que se conforman emociones.  

Hay una frase que nos gusta mucho, enormemente. Cita una conferencia de Peter Zumthor, en la que habló sobre el amor por las cosas cotidianas, tangibles. Este amor, explicó, surge cuando el hombre es capaz de ver el misterio en la cosa más banal y lo sagrado en lo más profano. Elogio de la melancolía participaría en esto, construyendo una obra sobre el misterio y lo sagrado, que desde la perspectiva del ahora nos ofrece esa melancolía por el pasado que no puede ser ya ni entendido ni continuado. En algún instante, el tiempo dio un salto sin retorno, otorgó un nuevo significado a las palabras. Se crearon algunas nuevas y otras desaparecieron, se volvieron insostenibles. Y pensamos, de nuevo, otra vez, una vez más, en la melancolía no sobre el pasado, sino en la melancolía por el futuro. Profunda, sin principio y sin final. Inagotable en sus formas, inagotable en su reproducción. Inagotable y agotadora.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.