Lucky Jim, de Kingsley Amis (Impedimenta) Traducción de Eder Pérez Garay | por Juan Jiménez García
En el día del padre… Dónde habrán quedado aquellos Angry Young Men. A veces me entrego a una excesiva nostalgia de viejecito prematuro que echa de menos todo. Y lo peor: que echa de menos todo cuando lo confronta a su presente, a este día a día en el que la furia ha dejado lugar al odio, que no, no es lo mismo. Hay la misma distancia entre ello como entre el inconformismo y la derrota. Es, tal vez, una cierta confianza en el futuro. Sí, ya sé, es complicado creer en él. Nos lo ponen muy difícil. Pero aquellos escritores ingleses (y, contemporáneamente, los directores del Free Cinema, sus iguales), tampoco debieron de llevar una vida mejor, me temo. Kingsley Amis estuvo ahí, y cierto que sus corrosivas novelas sobre la ya vieja Inglaterra eran menos rabiosas que las de Alan Sillitoe, por citar a un ilustre representante, pero no menos demoledoras. Porque si hay un arma terrible en manos de un inglés es la ironía. Y si algo no le faltaba a Amis es un manejo endemoniado de ella. Algo que no tenemos en este país y ellos sí que tenían: la capacidad de reírse de ellos mismos. Qué maravillosa medicina.
Lucky Jim es una visión tremendamente divertida del mundo universitario. Sí, hay tantas cosas para reírse. Jim Dixon es un profesor de Historia Medieval que aspira a seguir siéndolo más allá de ese primer año. No lo tiene fácil. Sus torpezas sociales no le facilitan su vida docente y ya se ve dando clases en un instituto, al menos que logre remediar la situación en ese final de curso. Para ello centra sus esfuerzos en su superior, el profesor Welch, un nostálgico de la Alegre Inglaterra, aquella época en la que alegría había más bien poca, salvo para los que están alegres siempre, que son los ricos, fundamentalmente. No es fácil. Welch es un tipo más bien raro y escurridizo, y su familia no es menos rara que él. Empezando por su hijo, un pintor reconocible por su boina, de nombre afrancesado y turbias intenciones. Y ahí está otro de los problemas de Jim Dixon: las mujeres. Entre Margaret y Christine. Jim Dixon es demasiado caótico para esa sociedad compartimentada, llena de viejos rituales. Bueno, tal vez no sea demasiado caótico: es simplemente que el caos está siempre alrededor suyo, esperándole, como algo necesario para sobrellevar su vida, demasiado pobre. En estímulos y en dinero.
Para Kingsley Amis todo es un baile de máscaras en el que todos son fácilmente reconocibles. Jim Dixon no es ningún héroe y todo le ocurre un poco por azar, hasta la fortuna. Como no pensar en el protagonista de Some Mothers Do ‘Ave ‘Em, aquella memorable serie británica protagonizada por Michael Crawford, con su poder para causar, pese a él, la destrucción a su alrededor (literalmente) y a la vez dejar a los que le rodean en evidencia. Los mecanismos sociales y universitarios quedan desnudos, como un emperador más, frente a la visión infantil (de niño con cierta afición por la bebida) de nuestro hombre. El escritor lo pasea por aquí y por allí para ir dejando en paños menores esa, siglos después, nueva Alegre Inglaterra. Para Amis poco de esto tiene solución, luego mejor reírse y dejar que su pequeño hombre común vaya al encuentro de su destino. Entre medias, nosotros, lectores, habremos disfrutado como críos, y nuestra rabia se habrá convertido en una extraña sensación de felicidad. Cómo no echar de menos a escritores como Kingsley Amis, en estos tiempos tan necesitados de ellos.
[…]
Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.
2 thoughts on “ Kingsley Amis. Nueva Alegre Inglaterra, por Juan Jiménez García ”