El Club de los Gourmets, de Junichirō Tanizaki (Gallo Nero) Ilustraciones de Yoko Nakajima. Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | por Juan Jiménez García

Junichirō Tanizaki | El Club de los Gourmets

La relación de la comida con la búsqueda extrema del placer (o del placer extremo) tiene un amplio recorrido, tanto en la literatura como en el cine. Cuando leía el argumento de El club de los gourmets, editado ahora por Gallo Nero, pensaba en Marco Ferreri y en su La gran comilona, con la que quizás comparta una manera de entender la vida (o el tránsito de la vida hacia la muerte), del mismo modo que el director italiano y el escritor japonés pueden llegar a compartir no pocas obsesiones (me pregunto si Ferreri llegó a leer a Tanizaki). Ese grupo de amigos entregado al placer de comer, devorados a su vez por ese misma búsqueda, ese recorrido por los restaurantes de Tokio en busca de ese plato que les conmoverá hasta lo más profundo, que los convertirá en una sola cosa, comida y hombre, solo puede llevar hasta un punto de no retorno, hasta un final presentido.

Sus personajes buscan llevados por un anhelo de lo nuevo, de los nuevos sabores, de las nuevas sensaciones, como otros asumen nuevos riesgos o se lanzan al vacío para encontrar el absoluto. Conforme se acercan se alejan. Cada restaurante, cada experiencia inédita, complica aún más las cosas. Se intentan incluso convencer de que esos sabores únicos pueden estar en cualquier lado, incluso en el puesto de la esquina. Nada es suficiente y los gustos se confunden hasta ser uno solo. El sabor de la monotonía, de las cosas siempre vistas. Necesitan algo único, un sabor nunca conocido.

El conde G. es uno de ellos. Aburrido, cansado de todo, vaga por las calles hasta que encuentra un misterioso lugar. Una casa-enigma en la que algo ocurre, algo relacionado con la comida, además. Con la cocina china. Una invitación al misterio, un misterio que le debe llevar hasta ese paraíso buscado. El paraíso es ese lugar construido por nuestros sueños, hecho de todo aquello que esperamos descubrir. Para el conde G. será algo más, el encuentro con la materialidad, en el que sus sentidos hallarán una razón de ser, en un proceso alquímico en el que sí, finalmente todo será una sola cosa y lo más deleznable se convertirá en lo más sublime, alcanzando una especie de liberación en esa comunión.

El club de los gourmets es un relato en el que Junichirō Tanizaki vuelve a esos universos turbios que le son tan afectos. Aquí la perversidad puede venir dada por esa relación tan material, tan sensitiva, con la comida que mantienen sus protagonistas, en especial el conde, que se entrega a su carnalidad. O tal vez por esa sumisión a la comida. Elementos, en todo caso, más abstractos que otras obras suyas, al prescindir de las relaciones humanas.

La preciosa edición de Gallo Nero se completa con las ilustraciones de Yoko Nakajima, ventanas abiertas a ese mundo oscuro, ignoto, siempre por revelar, en el que se mueven esos gourmets que habitan su propia utopía entre la desgana y la esperanza de encontrar la piedra filosofal comestible, la alquimia de lo íntimo con lo efímero.

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