Psicogeografía. Trayectoria de un método, de Julio Monteverde (edición) (Pepitas) | por Juan Jiménez García
No puedo dejar de pensar en Psicogeografía como una especie de continuación de Materialismo poético, Julio Monteverde como editor de la primera y como autor de la segunda. Encontrar la poesía en las calles, en las ciudades. Una poesía al alcance de la mirada. Ver como escribir. ¿Ver? Diría mirar. Ver es imperativo. Mirar tiene algo de errancia. En el informe médico que acompañaba al alta de hospital de mi padre, hace unos días, informaba que “deambula sin problemas”. La poesía está hasta en la compleja tristeza de los informes médicos. La calle se abre y se convierte en torrente, dice Julio en el prólogo (Poesía en la necrópolis). En Psicogeografía están muy presentes los situacionistas, incluso antes de serlo. Los letristas, Les Lèvres nues,… Luego el surrealismo, cuando asumió esas ideas del situacionismo que, seguramente por afán competitivo, se negaban a interiorizar. Sin embargo (pensé entonces): ¿alguna vez se trató una psicogeografía de los sueños? Luego vuelvo (en este texto empiezo a sentir una ausencia de límites; no porque vaya más allá, sino porque, como mi padre, deambulo). Bueno, decía, están los situacionistas y Guy Debord (que fueron los que trataron más sistemáticamente este concepto) y luego otro, muchos otros, en distintos lugares, de distintas formas. También en Madrid, con las experiencias del grupo surrealista, y no solo. En todo caso, la psicogeografía, se dice, no es solo salir a caminar al tuntún y hacer fotos de derivas. Para mí, es ese momento en que la ciudad se encuentra con el hombre poético y surge lo inesperado. Lo inesperado es una cara del azar (que en realidad es como llamamos a lo que no hemos logrado sistematizar o encontrar una razón de ser). Entonces nos cruzamos con la belleza. La belleza es un concepto amplio. No solo cambia con el paso de los años o de los siglos, sino de los minutos y los estados de ánimo. Podríamos decir: la belleza es un temblor (y entregarla a lo íntimo). Debe ser un temblor. Los situacionistas, además, incidían mucho en el concepto de deriva. También en la arquitectura y en el juego. El juego es otro elemente constitutivo de la psicogeografía, y pienso en Invitación al tiempo explosivo: Manual de juegos. Otra vez Julio Monteverde, esta vez con Julián Lacalle. La sensación de que Julio está construyendo toda una obra de referencias que busca capturar algo, definir (voy a arriesgarme) un sentido del tiempo o de los tiempos recientemente pasados, pero irremediablemente presentes. Ahora vuelvo atrás (y entronco con otra obsesión de su autor: los sueños). Vuelvo a escribir: psicogeografía de los sueños. ¿Y cuándo esa ciudad por la que uno va a la deriva forma parte de un sueño? He soñado con lugares en los que nunca estuve, pero, fundamentalmente, me he perdido (un sueño recurrente: perderme; perderme, una y otra vez, hasta despertar) en ciudades conocidas pero redibujadas, deconstruidas, como una prolongación del original, en la que encuentro lugares inéditos. Hay algo bello en esos sueños tan desconcertantes. Ahora que las grandes masas de población están condenadas a morirse de aburrimiento, necesitamos encontrar una nueva manera de relacionarnos con nuestras ciudades (nuestras…). En algún lugar se dice: crear espacios de vida, la calle entendida como un espacio de juego. [Siempre esa sensación de no poder aportar nada más a lo que se dice en los distintos prólogos, de no querer aportar nada más, de que eso y no otra cosa es lo que podría escribir si fuera capaz de escribir prólogos así; sensación de derrota, de pérdida… del tiempo de los demás] Creo en la belleza por descubrir de las ciudades como creo en la melancolía por las cosas que nunca existieron y que ni tan siquiera logro intuir. En ambos casos, encuentro un espacio para el asombro. Estamos tan necesitamos de sorprendernos, en esta época que nos quiere insensibles…