La piscina, de Ji Hyeon Lee (Bárbara Fiore) | por Gema Monlleó

Ji Hyeon Lee | La piscina

Hoy el trampolín desde el que me lanzo a la piscina está un poco más alto. Hoy no reseño una novela con piscina ni un ensayo sobre nadadores o agua con cloro. No. Hoy mi salto al agua es con un libro ilustrado sin texto, un libro al que me niego a calificar de infantil porque su belleza no es sólo para niños. 

Bañador, gafas, gorro… y ¡a La piscina! 

¿Qué hay en la piscina además de agua y gente bañándose? Cuando el niño protagonista está a punto de lanzarse al azul una horda de adultos con flotadores gigantes y barcas “cebrícolas” (por las rayas) ocupan toda la superficie. Adultos infantilizados, monocromáticos en escala de grises, ruidosos y lloricas, chapoteando en el anti-nado de la aglomeración. Apenas un espacio mínimo entre la masa y los bordes, apenas un remanso índigo en el que zambullirse y desde el que viajar al fondo del fondo. ¿Qué hay en la piscina más abajo del agua? Al niño protagonista se le une una niña con las mismas ganas de escapar del caos repentino y viajar a otro lugar, a un mundo subacuático al alcance de los inconformistas, a una realidad al margen de la que pensamos como obvia y única ante el rectángulo azul de la piscina. 

¿Imaginación o realidad oculta? ¿Magia o paraíso submarino? El niño y la niña, curiosos y valientes, exploradores inconformistas, descubren y disfrutan de un mundo en un cielo de pies y con un fondo infinito. ¿Quién vive en las profundidades de la piscina? Bandadas de peces nunca vistos: peces-pájaro-loco, peces-tuerca, peces-pies-de-medusa, peces-pico-largo, peces-capirote-azul, peces-caracola, peces-ojo-grande, peces-mosca; las ruinas de un castillo como hogar de los gusani-largos-bicuernícalos, gusani-topo-lunáricos; un cardumen de peces malcarados, aunque inofensivos, e incluso una ballena-blanca-polar, peluda como un peluche suave, con un ojo azul que hubiese enamorado al más tierno capitán Ahab.  

La felicidad es un viaje y con el descubrimiento del lado del espejo que los adultos no ven, con la sonrisa del buceador que ha encontrado el tesoro, los niños pueden regresar a la superficie mientras se despiden en su ascenso de peces-araña-dentilargos, peces-unicornio, peces-globo-de-doble-asta, mini-peces-más-cara-que-cola, peces-espiral-atigrados, peces-buey-amarillos y peces-plumero-boca-de-trompeta. Mientras los adultos y los otros niños, los que no se atreven, los del blanco y negro, terminan su día de piscina entre lloros y caras de fastidio, la pareja protagonista se mira por primera vez sin sus gafas de piscina esbozando la sonrisa de los que comparten un secreto. 

Ji Hyeon Lee (Corea del Sur) obtuvo el premio Gold Medal for Original Art en el año 2015 por La piscina, su primer álbum. Las ilustraciones, a lápiz, enmarcan la ficción en colores tenues y pastel mientras que el “aparente-mundo-real” se constriñe entre el negro y el gris. Las imágenes son sencillas, detalladas pero no barrocas, en el fondo marino de la piscina, y más cargadas y cargantes en los detalles del mundo gris de la superficie. La suavidad de los trazos transmite el estado de felicidad inherente al sumergirse en el agua y dejarse llevar por lo que los pies sin ojos de los que copan la piscina no ven. Y la alternancia entre planos al catalejo, ampliados en sus detalles, y planos generales, transmite los diferentes estados de ánimo de los niños (y nuestros como lectores) que oscilan entre la alegría, la desilusión, la ligereza, el temor, el entusiasmo, el desconcierto y la armonía del dulce abandono a lo onírico. 

Cierro el libro con una sonrisa empañada de cloro. Y pienso que, en un rato, cuando me sumerja en la piscina, levantaré las líneas que marcan los carriles con el deseo de descubrir un colorido universo acuático en el que dejarme bucear si el gris de la realidad deviene insoportable. 

Bañador, gafas, gorro… y ¡a La piscina! 


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