Les deteccions de la totalitat, de Fredric Jameson (Institució Alfons el Magnànim) Traducción de Núria Molines | por Óscar Brox
Durante años le he dado vueltas a la siguiente diferenciación (he olvidado completamente dónde y a quién se la leí) entre Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Mientras el primero escribía sobre el hombre en quien temía convertirse, el segundo lo hacía pensando en el hombre que quería llegar a ser. Supongo que ello se debe, en parte, a que Hammett fue detective antes que escritor y Chandler, como señala Fredric Jameson, llegó a la novela negra de manera tardía, tras una vida dedicada a otros negocios. Recuerdo vivamente los interrogatorios a Hammett como una pieza literaria excepcional (en España los publicó Errata Naturae), en un tiempo en el que vivía acechado por el FBI a causa de sus implicaciones políticas. Y recuerdo, también, que Chandler empezó a escribir imitando a Hammett, estudiando otras novelas, personajes, situaciones… hasta construir su lugar único en la historia de la novela noir. Hammett, a todo esto, acabaría muriendo en la ruina, consumido por el cáncer. Chandler capeó como pudo su alcoholismo y los deseos de quitarse la vida tras la muerte de su esposa.
Empiezo este pequeño ensayo de Jameson, acaso el mejor comentarista de la sociedad del capitalismo tardío, con el ojo puesto en su primera caracterización de Chandler: es, como Nabókov o Robbe-Grillet, un estilista. Su educación británica le acerca al inglés americano, al juego del argot y las palabras corrientes, desde una perspectiva casi externa. Y su llegada tardía al género, en el cual ensaya unos cuantos relatos que, a su manera, constituyen más bien borradores de futuros capítulos, le proporciona una óptica diferente (aquí imagino a otro autor noir, David Goodis, sumergido en el lumpen nocturno de Filadelfia, del cual extraía casi literalmente las descripciones para sus novelas). Sin embargo, en Chandler hay un proyecto novelístico, un modelo narrativo. Los Angeles como microcosmos de los Estados Unidos extendiéndose novela a novela. Un sistema, una totalidad, a cuyo análisis se entrega Jameson. Para ello, lo primero es el contexto: señalar la relación entre la literatura estadounidense y la sociedad, por un lado, y entre los autores norteamericanos y su forma de construir esa literatura. De dar cuenta de los lugares, los espacios, los gestos más o menos típicos y los rostros y paisajes humanos.
La ventaja de la literatura noir consiste en que su protagonista, el detective, juega el papel de observador. Lo captura todo. Es un personaje que permite articular la historia (en minúscula o no). Otro rasgo es su facilidad para describir aquello que pasa inadvertido, bien porque no nos damos cuenta de ello (lo que tiene lugar, por ejemplo, en el lumpen) o porque se sitúa en un territorio exclusivo al que no todos tienen acceso (los engranajes de la alta sociedad californiana). Y, también, cómo su distribución espacial prefigura la naturaleza y el futuro urbano de la ciudad y, por ende, de la sociedad. Hablamos, pues, de novelas cortadas por escenarios, desde el despacho del detective a la residencia familiar, la habitación de un sórdido hotel o cualquier otra estancia que Chandler describe con la precisión de un entomólogo. Proporcionando un marco desde el cuál ensayar las sucesivas modulaciones de la sociedad estadounidense.
Jameson se emplea a fondo a la hora de leer los espacios de las novelas de Chandler, que examina en busca de ese código (al fin y al cabo, hablamos también de un tipo de narración serial) que ofrezca la clave para hallar un sistema. De hecho, en su brevedad, el ensayo está repleto de descripciones entresacadas de las novelas de Chandler y de matices y detalles recolectados a partir de su lectura finísima. Se diría que el teórico desmenuza cada texto para mostrar el artificio, la ficción, con la que el novelista urde sus retratos de la naturaleza humana/urbana y las reflexiones sociológicas que se desprenden de todo ello. Los rompecabezas que dibujan las sucesivas intrigas no son tan importantes (Jameson cita, de hecho, a Agatha Christie como otra influencia más a la hora de plantear y resolver ciertas cuestiones del suspense en Chandler) como la capacidad de este para ofrecer un mapa total, cerrado, una guía lectora. Por mucho que, como revela su análisis de La ventana alta, haya unas cuantas discrepancias en torno a ese modelo o ese mundo fenomenológico que describen.
Chandler, el estilista. El autor que coquetea con la intriga durante páginas para tirar por tierra sus propios códigos y resolver el misterio proporcionando una pizca de amargura al lector. Chandler, el urbanista, el escritor espacial, que dibuja en cada novela un vacío, una ausencia que no es otra cosa que la muerte. Una grieta, por usar el término heideggeriano que trae a colación Jameson, entre dos mundos. Y es que lo cierto es que el autor de El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío se revela como un lector perspicaz, profundo, de la novela noir mientras, en paralelo, conecta cada uno de sus tropos con la rápida modulación de la sociedad estadounidense post-2GM. Así, Les deteccions de la totalitat es algo más que una pequeña historia portátil de teoría literaria; es, ante todo, el ejemplo de la brillantez con la que Fredric Jameson conecta la producción cultural con la sociedad que le sirve de contexto, espacio, paisaje y laboratorio. La novela noir como modelo para describir la vida norteamericana.