Limónov, de Emmanuel Carrère (Anagrama) Traducción de Jaime Zulaika | por Juan Jiménez García

Emmanuel Carrère | Limónov

Leí Limónov una primera vez. Luego, leí a Limónov. Ahora, he vuelto a releer Limónov. Por supuesto, nada permanece invariable. Aquel que lo leyó por primera vez no es este de ahora y, si debemos de ser sinceros, tampoco recuerdo demasiado quién era yo. En todo caso, como habrá sucedido con tantos otros, Emmanuel Carrère metió en mi vida a Eduard Veniamínovich Savenko, conocido como, y ahí se quedó, entre fotografías y su propia obra, entre noticias de prensa y el anuncio de su muerte, hace tres años. El escritor ruso, a través del escritor francés, convertía su vida en una vida de aventuras: atrevido, mujeriego, disparatado, un hombre bueno (dicen) con muchas malas ideas. Con la relectura, conociéndolo algo más, es como volver a visitar a un viejo amigo. Todo sigue ahí y la narración de su vida y obra por el escritor francés se entrelaza con los libros del otro, hasta formar un conjunto difícil de desmontar. Carrère escribió la biografía de Limónov siguiendo, en buena medida, el hilo de los libros, ya de por sí autobiográficos, de este. Una biografía que no duda en entrelazar con la suya propia e ir cotejando con la realidad de aquellos años soviéticos, de soviéticos exiliados o rusos, según su momento histórico (y personal del protagonista). Y así, Limónov libro, se convierte en un viaje por un tiempo, el siglo pasado, después de todo, en el que compartir derrotas y alguna victoria, y desentrañar el misterio Limónov, por el que un escritor profundamente egocéntrico, creador del Partido Nacional Bolchevique (que recoge lo mejor del nazismo y del bolchevismo, con notable desparpajo, pero cuyo otro fundador, Aleksandr Duguin, puede considerarse un ideólogo de la guerra en Ucrania), nostálgico de la Unión Soviética, amigo de criminales de guerra serbios, fascista de primera y última hora, nos resulta, después de todo, un personaje fascinante e incluso conmovedor en esas derrotas, que fueron tantas. Porque su vida está construida sobre el camino que lleva a un pobre chico, carne de delincuente o de obrero fabril, a un destino incierto de héroe (aquello que siempre quiso ser, después de todo). 

No solo el destino es incierto. Vivir es un cúmulo de incertezas y escribir sobre él, también. Carrère se pregunta una y otra vez si debe seguir haciéndolo sobre este personaje a menudo odioso. Incluso contrasta opiniones con aquellos que le conocieron personalmente. Decide seguir, una y otra vez, cruzando esos periodos titubeantes. También se encuentra con él. Se conocieron en los ochenta. Limónov había pasado una temporada en Estados Unidos, tras haber abandonado la Unión Soviética más que por motivos políticos (no tenía ninguno, ni nadie le perseguía) por escapar a la grisura y una vida cíclica y sin esperanza (esperanza, entendámonos, de riquezas y heroísmo). En Estados Unidos solo consigue más miseria aún y nada en especial. Él, como poeta, nunca será su archienemigo Joseph Brodsky, que le persigue (como idea fija) desde sus años soviéticos. Y ni tan siquiera cuando escribe Soy yo, Édichka, sobre aquellos años, la cosa cambia mucho. Pero sí. No allí, pero sí. Será en Francia y de la mano de alguien a su altura, el editor Jean-Jacques Pauvert (valorizador de, por ejemplo, Sade, y siempre metido en mil problemas). El título cambia ligeramente: Al poeta ruso le gustan los negrazos (no, no está improvisado, y hace referencia a las aventuras homosexuales de Limónov, que, en su desesperación, no dudó en probar cosas nuevas). A partir de ahí comenzará una carrera de escritor reconocido (lo cual no le dará para vivir muy bien… como no lo hará en casi toda su vida, sean cuales sean las circunstancias) y pondrá a prueba a propios y extraños con su comportamiento. Pero no será nada, porque en el futuro le aguardará su regreso a una Unión Soviética en disolución, por culpa del maldito Gorbachov, su colaboración con los serbios en las guerras balcánicas (lo cual le permite dar curso a su gusto a su estética y ética militarista, disparos incluidos, al aire dicen, sobre Sarajevo), la creación de Partido Nacional Bolchevique, rojipardo, nostálgico de los tiempos pasados, la participación rocambolesca en los intentos de derrocar a Boris Yeltsin e incluso sus viajes al Asia Central, que le pone en contacto con otra vida, la meditación y las fuerzas de asalto de FSB (antiguo KGB), que le capturan y le valen unos cuantos años en la cárcel, que, si hacemos caso a Carrère, fueron los mejores de su vida. Al fin, estaba en el sitio correcto. Todo ello viviendo en una pobreza casi extrema, pasando sus días en el Búnker (la sede social del partido, en un sótano infecto), de mujer en mujer (cada vez más jóvenes, hasta llegar a una tardía infancia), de aventura política en aventura política y de libro en libro (pero quién se hace rico o héroe escribiendo… y encima van y le dan el Premio Nobel a Brodsky). En Limónov no está solo el escritor ruso, sino, el aire del tiempo. Y también el propio escritor, Emmanuel Carrère, que ha escrito abundantemente sobre él mismo en relación a los demás, convertido ahora en un escritor reconocido y reconocible, hijo de una historiadora rusa (cuya familia escapó a la revolución). Una biografía, autobiografía, biografía de unos años (soviético, postsoviéticos, franceses) comprometida, que no evita opiniones y contradicciones, porque tal vez entre sus objetivos esté el demostrar que lejos del blanco y el negro, nos movemos en una infinidad de tonalidades grises. Limónov, persona, sí que creía en los extremos y poco en las medias tintas, pero lo cierto es que, precisamente por eso, es la demostración de lo otro. Cuando leyó el libro no se sintió reconocido y ese será otro misterio más en un mundo lleno de ellos.  

 


1 thought on “ Emmanuel Carrère. Años salvajes, por Juan Jiménez García ”

  1. Interesante reseña sobre el «Limonov» de Carrère, pero aquellos que realmente conocieron a Eduard Limonov saben que el libro (una «novela de no ficción» y no una biografía, como dice Emmanuel Carrère) contiene muchos errores fácticos y análisis cuestionables (en la línea pijicultureta).
    El gran escritor ruso Zajar Prilepin (gravemente herido recientemente en un atentado de los servicios secretos ucranianos) es sin duda quien ha escrito la mejor reseña del «Limonov» de Carrère.
    Se puede leer aquí en su traducción al español:
    https://www.tout-sur-limonov.fr/334947290.html

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