Hay circunstancias que marcan a fuego el destino de un escritor. Para Emmanuel Bove todo cambió en ese preciso instante en el que fue señalado y perseguido. Convencido de que su futuro no podía estar en un campo de concentración, cuando no directamente en uno de exterminio, trató sin fortuna de huir en dirección al Reino Unido. Finalmente, acabó recalando en Argelia como lugar de exilio y muerte. Aunque pudo regresar a París, la enfermedad que contrajo en tierras africanas le condujo a morir mientras Europa comenzaba a despertar de la pesadilla del nazismo. Si bien Bove fue un autor prolífico, capaz de combinar la literatura ligera con obras de un calado más personal, las novelas que han sido convenientemente rescatadas ofrecen una imagen siniestra de aquella época de cazas humanas y terror. Así hasta erigirse en reflexiones sobre la desconfianza, el individualismo y la supervivencia a cualquier coste.
En Huida en la noche, novela, como La trampa, escrita durante su exilio argelino, Bove nos presenta la realidad mediocre de un grupo de deportados franceses en un campo de concentración. Los días que pasan a la espera de un terror mayor, la siniestra cordialidad con la que los jefes de campo se interesan por los problemas de sus prisioneros o la violencia latente que amenaza con separar en diferentes bandos a aquellos que, ante una muerte demasiado cercana, solo sueñan con la posibilidad de evadirse. En ese contexto, que a buen seguro fue una de las pesadillas recurrentes de su autor, emerge la voz del protagonista, un individuo empeñado en llevar a cabo la fuga a cualquier precio. En busca, tal vez, del retorno a una Francia que en aquel momento ya había hincado la rodilla ante Hitler. Bove describe a su criatura como una figura acosada, acechada por fantasmas demasiado reales, que termina por recurrir al asesinato para facilitar una vía de escape del campo. Aunque eso le cueste más pesadillas, la sensación de que algo siempre funciona mal. Ese dolor interior, verdadera angustia, que le impide mantener un mínimo de esperanza, por mucho que la fuga sea un éxito y se mueva con relativa facilidad por los territorios ocupados de Alemania y Bélgica.
Cualquiera puede imaginar la paranoia del personaje principal como uno de los rasgos de Bove, de aquel ciudadano francés acosado por el miedo a que, aun desde la distancia, alguien reclamase su nombre desde el barracón de un campo de exterminio. Y lo cierto es que, como en otras de sus novelas, Bove transmite ese sentimiento de opresión, de agonía, que pulveriza cualquier atisbo de libertad en su personaje. Hasta el punto de invitarnos a reflexionar sobre la verdadera esencia de la libertad, de cómo, más allá de fronteras o listas negras, se trataba de una cuestión interior. Casi física. Del puro terror que resultaba tan difícil de soslayar cuando se vivía en una época de cacerías y víctimas. De ahí pues que Huida en la noche, especialmente tras la fuga del campo de prisioneros, narre la rápida descomposición del grupo de supervivientes hasta sumir en la soledad a su protagonista. Porque esa época, nos diría Bove, solo entendía el poder de la masa desde el rodillo de la ideología fascista. Cuando se trataba de perseguidos, de los parias, toda resistencia colectiva estaba destinada a perder frente al tremendo sentimiento de supervivencia que conducía a las decisiones más desesperadas.
No sin tristeza, Bove refleja el clima de miseria y miedo cerval (ahí queda, por ejemplo, el personaje de Pelet) que destruye la fuerza del grupo de supervivientes; que alienta a sus personajes a hacer del camino a casa un viaje solitario. Eso, claro está, si es que realmente existe aquel hogar abandonado a la fuerza. No en vano, la suya es una obra surcada por los no-lugares, por las travesías hacia ninguna parte. De ahí que, en su escapada, sean los altillos, los vagones de carga o los graneros los espacios que capitalicen la ambientación del relato. Y, a veces, ni siquiera eso, puesto que Bove elimina deliberadamente muchos detalles para quedarse con la identificación psicológica con sus personajes. Para, en definitiva, describir esa pesadilla interior de la que no se puede escapar.
Huida en la noche es la clase de novela que nos recuerda hasta qué punto los ideales hobbesianos emergían ante destinos tan negros. El terror, la desesperación, también la vergüenza. Todo ello está comprimido en la mirada del protagonista y en su angustiosa fuga a ninguna parte. En busca de un hogar perdido, acosado por el peso de la culpa y de todo lo que ha tenido que llevar a cabo para huir. Sin destino ni, quién sabe, futuro. Como su autor, varado en suelo extranjero mientras Europa trataba de revivir al golpe mortal del nazismo. Sin saber si, acaso, lo conseguiría.
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