El Tercer Reich de los sueños, de Charlotte Beradt (Pepitas) Traducción de Leandro Levi y Soledad Nívoli | por Juan Jiménez García

Charlotte Beradt | El Tercer Reich de los sueños

Tal vez solo seamos libres en nuestros sueños. Libres incluso de nosotros mismos. Los sueños como ese momento en que nuestras vidas oulipianas (pero no tan divertidas), llenas de constricciones, se entregan sin ataduras a mostrarnos aquello que se esconde en algún rincón de nuestras cabezas, nuestros temores, que no son más que una manifestación de esa realidad que tan a menudo nos negamos (mera cuestión de supervivencia). Por eso, un libro como El Tercer Reich de los sueños es tan revelador y lo es en más de un sentido. Esos sueños, recogidos entre 1933 y 1939 (cuando el nazismo pasa de ser una inquietud, una amenaza, a una pesadilla materializada), nos acercan a la verdad íntima de unos alemanes que parecieron aceptar (y aprobar) aquel destino sobrevenido (un destino buscado, porque los azares dan para lo que dan), pero en los que siempre están esas finas líneas de la complacencia, la indiferencia, la colaboración gustosa, el entusiasmo, el miedo. En un movimiento como el nacionalsocialismo, que alimentó su poder en las calles, en la exhibición de símbolos, en la propaganda, en la persecución del otro, del distinto, del diferente, en la señalación, para ver, como decía Jan Švankmajer, había que cerrar los ojos.

Charlotte Beradt tiene veintiséis años en aquel entonces. Hitler acaba de ser nombrado canciller. No debemos olvidar que el ascenso del nazismo al poder y su consolidación fue un proceso paulatino lleno de furor y odio, pero también siguiendo los cauces de la legalidad (iba a escribir perversidad) vigente. Sus propios sueños y los de su familiares, los motivos recurrentes que aparecen en ellos, le llevan a pensar en la posibilidad de recoger relatos oníricos y buscar en ellos esos puntos de encuentro que intuye. En los sueños de los alemanes, ese silencio, esa aceptación formal, deja lugar a la inquietud, a la vez que muestran hasta qué punto el nazismo se construye más que por indiferencia por miedo. Miedo a la diferencia, miedo a pensar de otro modo, miedo a ser. No será hasta 1966 cuando dará forma de libro a todos ese material, que prudencialmente ha ido protegiendo, aunque con anterioridad fue desvelándolo en algunos programas de radio, como Sueños del terror reunidos y comentados por Charlotte Beradt.

Aunque dedica un capítulo a los judíos (cuya extrema exposición a la amenaza también comporta una mayor permeabilidad del horror cotidiano en la irrealidad onírica), a ella le interesa acercarse a todas las capas sociales y edades, evitando a los propios nazis, por pertenencia o entusiasmo hacia la causa. El tema es delicado y esa sociedad paranoica, soñar es tan peligroso como vivir. Nadie está a salvo y en los sueños esos miedos a cualquier cosa o al gesto involuntario no deja de manifestarse. Las prohibiciones o la propaganda van marcando el ritmo de los pasos, en una siniestra procesión. Ser morena en vez de rubia, los temidos enfrentamientos con la burocracia o las organizaciones paramilitares, la ausencia de paredes (y, por tanto, esa exposición permanente, esa inseguridad), el aquí no hay nada que ver, el no hay nada que hacer,… Charlotte Beradt va desgranando sueños y fragmentos de sueños e insertándolos en la vida cotidiana durante el Tercer Reich. Una vida cotidiana que invade el territorio onírico y en el que esa invasión, cada vez más presente, es la prueba certera de hasta qué punto sus métodos de anulación de la voluntad, de disolución de la responsabilidad, de obediencia debida, llegan hasta los rincones más profundos.


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