Del mismo pan, la misma leche, de María Teresa Andruetto (Pre-Textos)| por Francisca Pageo
Hay ecos de infancia, ecos de feminidad, de ser mujer, de ser la hija de. María Teresa Andruetto nos habla de su condición sobre ser hija, sobre la infancia en la vereda, sobre la esperanza y lo que puede ser posible. Estamos sobre todo con un poemario que nos indica la belleza infantil de las cosas. Esa mirada que todo lo mira con ojos de asombro, esa mirada que busca y busca hasta encontrar una vida que vivir. Hay, una búsqueda de la identidad en este libro, de la personalidad que subyace bajo nuestras apariencias. María Teresa Andruetto nos habla de ella misma y nos habla de su madre, nos habla de una vida que crece fácil y crece dócil al lado de los rosales, de las plantas que nos inspiran amor y bondad. La autora también dedica unas palabras a Cesare Pavese, a la fotografía, a los sueños. Y es que este poemario es casi casi como un sueño, una duermevela, un estado aletargado de la vigilia en el que la realidad se mezcla con la metáfora. Andruetto escucha a su mamá, es la hija de mamá, y a sus faldas corre y a sus faldas acude. Pero Teresita crece y mitifica a los poetas y a los cantantes y a la literatura. Imposible no sentirse identificada con ella. Imposible no ver cómo sus palabras buscan y buscan un matiz poético en la vida. La autora se enrosca en ellas y las escupe con metáforas bellísimas, con juegos de palabras que son elocuentes y dignificativos. Hay algo locuaz en estos poemas, algo que los hace espontáneos, que no parecen premeditados ni fijos, sino intuitivos y dulces y ásperos a la vez. Poemas que van saltando y van saltando de boca a boca, de pensamiento en pensamiento, de vida en vida. Hay cotidianidad aquí: la casa, la vereda, el lugar en el que crecemos y vamos haciendo nuestro. “Ya no hay distancia entre los sueños y la vida”, dirá Tere Teresita. Esta duermevela que se entrecruza con nuestros pensamientos y que solo podemos ver si entrecerramos nuestros ojos, si miramos al mundo como una primera vez. Tere Teresa Teresita que crece como una rosa y cuyos pétalos disemina con palabras. Tere Teresa Teresita que se va encontrando a sí misma, que se va buscando por todas partes, por la búsqueda de hallarse persona, de hallarse adulta, de hallarse mujer. Del mismo pan, la misma leche es así un poemario que elucubra la búsqueda del ser, del estar ante el mundo y por el mundo. Así que María Teresa Andruetto escribe por ella y para ella, para que nosotros la asintamos porque no podemos hacer otra cosa, no podemos sino estar con ella y para ella. “No hay distancia entre lo íntimo y lo público”, dirá en un poema. Y así es este poemario, hace público lo íntimo e íntimo lo público, no hay márgenes, no hay espacios ni huecos entre ambas cosas. De este modo, este poemario nos conoce y nosotros lo conocemos a él. Sus aspectos más cotidianos, más íntimos, podrían ser nuestros, podrían pertenecer a nosotros, pero pertenecen a María Teresa. Ah Tere Teresa Teresita, tú que has crecido ahora, que eres adulta ahora: gracias. Gracias por ofrecernos tu búsqueda. Nosotras también hemos podido encontrarnos en estos poemas.
“[…] Todo se funda
a cada instante y coloca en el centro
del mundo su deseo animal
de destrucción”.
“Dígalo todo, mi niña”.