Asesinatos rituales. Poemas, de Bohumil Hrabal (Galaxia Gutenberg) Traducción de Monika Zgustova | por Juan Jiménez García

Bohumil Hrabal | Asesinatos rituales

Querido Hrabal. Estoy siempre tan cerca de ti que a veces pienso que soy el sueño de un escritor checo, que ya murió, o aquel escritor checo es el sueño de un nadie español, que sigue aquí y soy yo. Esta ha sido una mañana rara. Levantarse temprano, empezar a leerte, a leer tu poesía, tantas veces esperada. El día aún no ha llegado, la noche lo es todo, y los versos saltan de rama en rama en el árbol de la poesía. Entonces ha llamado mi madre: mi padre no lograba ponerse en pie, se caía. La fiebre, la misma historia que se repite de cuando en cuando. Poesía interrumpida. Vuelvo, y el robot de limpieza pasea por la casa. Reparas que en su inteligencia olvida las cosas y, alguna que otra vez, vuelve a algún lugar ya abandonado, como si acabara de recordar. Ella lee. Finalmente lee. Más allá, hay un jarrón con flores marchitas. La otra vida sigue al otro lado de otra ventana. Sigo leyéndote. Las imágenes se suceden y lo que parecía alegre, intuyes que es triste, mientras de la tristeza surge una cierta alegría, una alegría de vivir, de ser, de ser incluso cuando es tan complicado ser. Yo lo sé bien, aunque solo sea por esta semana en la que las cosas tienen tendencia a caerse. El trabajo, la tranquilidad, la columna a la que me aferro, mi padre. Leyéndote, mientras la luz del día aún estaba por llegar, los poemas eran eso, poemas. Pero conforme todo iba pasando, entonces se confundían con mi vida. Los fragmentos se pegaban entre sí, y pintaba las roturas con ese dorado que usan los japoneses no para disimularlas, sino para incidir en ellas, hacerlas reconocibles. Espere largo tiempo tu poesía. Desde que un día leí aquellos versos en Los frutos amargos del jardín de las delicias, y a menudo, cuando no sé qué hacer, cuando no sé qué hacer de verdad, con mis días, conmigo mismo, con todo lo que me rodea, me los digo: Vino un hombre y dijo / que se ha vuelto indiferente a todo, al amor, al dolor, / y que ya no sabía qué hacer y quería un consejo… / y no pude decirle más que aconsejarle que construyera un puente sobre sí mismo / y lo cruzara hasta llegar a la calle, caminara con todo el mundo; tú llevas lo tuyo y lo que arrastran los demás. / Solo quería decirte que el camino a todo lo que la vida ofrece circula a través del frío intenso. 

Vivir no es fácil. Vivir cansa. En la poesía de Hrabal está Poldi y sus víctimas, están las calles de Praga, están los vivos y los muertos, el ruido, el silencio. Escribe sobre su amigo Vladimír Boudník, y dice de sí mismo que te acostarás en ti mismo, sobre ti mismo, dentro de ti, unas pocas palabras para encontrar la pérdida o para perder lo encontrado. Francesc preguntaba ayer por la belleza y hoy tendrías un libro para decirle ¡es esto!, sin que sepa muy bien qué es esto, más que misterio tras misterio, porque la poesía siempre fue para mí un misterio que no quise resolver, una manera de entender la música, un puñal en el pecho, una respiración adormecida. Renuncio a buscar significados, porque solo entiendo de sensaciones. Soy un sentimental y también lo era Hrabal, y ser sentimental es tener un apego por todo, incluso por el mal, por lo terrible. Dice: ¿No te parece que la situación es desesperada? Y, sin embargo, no hay motivo para lamentarse. Entiendo esto. A veces, señalo una frase que flota entre los adoquines praguenses: ¡Movimientos de animales extinguidos hace tiempo! Dice que la poesía es la sangrienta creadora del mundo. Y que la vida es desgracia y amor y fidelidad a la belleza resplandeciente al precio de la propia vida. Entonces, te conmueve. Te conmueve y caes atravesado por flechas, porque eres antiguo, tan antiguo como el mundo. A menudo creo estar en el lugar equivocado, nunca cuando leo a Hrabal, espacio reconocible. Otro yo. Hay que entenderme. No digo ser cómo él, sino compartir algo, algo que nos es íntimo. Compartir temores, escalofríos y cosas que tintinean o chocan en nuestra cabeza. Algunos de sus poemas acabaron siendo relatos. De La bella Poldi sale Jarmilka, o de Bambino di Praga, Kafkiana. Entre todo, el mismo aliento. Esos juegos con el collage, ese collage que recoge las obras maestras de las vidas de los demás y les da otro sentido, convertidas en algo propio, en algo cercano. Hrabal se apropió de Praga, se apropió de sus calles, de sus gentes, de los sonidos, las plantas, la meteorología, los tranvías, las frases sueltas y Praga acabó siendo él, en un movimiento de restitución. Cuando hace unos años fui a Praga (tras toda una vida con ella en el pensamiento, esperando pacientemente a la persona adecuada), lo primero que hice fui ir hasta la calle aquella donde había vivido el escritor. No lograba encontrar el sitio, y aquella Praga estaba lejos de la ciudad vieja o nueva. Estaba enfrente de aquel mural, tras haber atravesado aquel pasaje, tras ver que aquella calle era como otra calle, pero no era otra calle, porque era su calle, pensé, si es que pensé algo, que nada existe sin las palabras que lo nombran. Una ciudad, un lugar, solo existe porque alguien escribió o pensó, con esta poesía ininterrumpida. Cuando termino de escribir todo esto, pienso que es innecesario, porque no habré dicho nada más que no haya dicho ya Monika Zgustova traductora, en su prólogo, que es bellísimo y tan justo. Tal vez solo sea como ese otro verso: Hoy todo parece inútil.


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