El cielo oblicuo, de Belén García Abia (Errata naturae) | por Inés Martínez García
Cuatro capítulos y un epílogo son capaces de causar un terremoto interno y resquebrajar toda aquella idea que siempre has tenido del dolor, sobre la resignación. Cuatro capítulos equivalentes al silencio de un ángel. Cuatro capítulos recargados de apariciones que anunciaban la pérdida, la inexistencia de. Un grito que empieza siendo silencioso y termina haciendo eco por todas las habitaciones en las que antes reinaba el silencio.
El cielo oblicuo, el primer libro de Belén García Abia, trata sobre la enfermedad del útero vacío; escribe sobre la necesidad de sentir el dolor y de deshacerse de él. Escribe para dejar constancia de las voces, de las mujeres que no tuvieron hijos o los perdieron por el camino. De aquellas que decidieron no concebir y de las que, aun deseándolo, no encuentran más que vacío en su interior.
Belén plasma en esta obra un diario sobre los renglones torcidos, sobre el origen de la madre y la naturaleza de los órganos reproductores. Escribe con toda su feminidad y no con los dedos; escribe con su feminidad enquistada y no con las palabras.
“En realidad, es mi vulva la que escribe, mi vulva y mi vagina y mi útero. Son ellos y no yo.”
La protagonista encauza un relato íntimo sobre cómo la imposibilidad de traer hijos al mundo puede convertirse en un mar de monstruos y pesadillas. El libro es una confesión de sentimientos puros que han sido devorados por el tiempo. Una historia de dos problemas opuestos que se juntan en un mismo vértice: lo que todo el mundo espera. El relato de una enfermedad causada por otra que deriva en la humillación pública e individual.
La narradora no sólo escribe sobre la maternidad, sobre su vientre vacío y la desesperación que el crecimiento le produce al sentirse yerma; no sólo comparte su vida sino la de muchas mujeres conocidas en la historia de la literatura. Borda una sábana donde se deja sangrar, expandiendo manchas rojas junto a las de sus predecesoras. Habla de su dolor, de su muerte, del nacimiento, de la pérdida, del abandono de los hijos por el arte.
Recalca el concepto de madre desnaturalizada, de la herencia de nuestros antepasados ante la ecuación de mujer es igual a útero entre el número de niños que han sido originados en él. La protagonista se define como una mujer agazapada en su escritura que aloja a una mujer feroz dentro. Una mujer feroz como el resto de mujeres. Una mujer feroz que es retenida en su interior sólo para poder vivir en paz, para ser obediente y complaciente, y no ser asesinada al decidir nacer de entre sus piernas.
El libro está escrito en una primera persona que fuerza al lector a sentirse refugiado bajo el manto de sus palabras, del dolor, del tiempo, de la expectación de los demás y la imposibilidad de complacerlos. De sujetos, de verbos, de pronombres, de análisis sintácticos, de las autopsias de los diálogos ajenos.
El cielo oblicuo es una novela que grita uno de los problemas que la mujer lleva teniendo desde el principio de los tiempos y que yace cerrado en el baúl de los eufemismos desde entonces. “La literatura escrita por mujeres está llena de habitaciones cerradas. Tienen a la mujer feroz dentro.” La autora nos invita a una habitación cerrada para que podamos abrirla y gritar en ella, y así ayudarnos unos a otros a salir por la puerta principal y no seguir huyendo por la salida de emergencia del silencio.
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