Per què no repensem el canibalisme? Seguido de Una proposta modesta, de Albert Pijuan y Jonathan Swift (Medusa Books) Traducción de David Gálvez Casellas | por Gema Monlleó

Albert Pijuan y Jonathan Swift | Per què no repensem el canibalisme? Seguido de Una proposta modesta

Algunos títulos son una provocación en sí mismos. A mí me gusta que me provoquen, que me incomoden, que me hagan pensar en lo que habitualmente no pienso o en lo que, si en algún momento acude a mi mente, automática y rápidamente descarto. Per què no repensem el canibalisme? (Medusa Books, 2023) es uno de esos títulos que te agarra por las solapas y te zarandea. Y mucho más si no se trata de un libro de ficción. Aunque… ¿alguien puede pensar en el canibalismo como algo real en nuestro entorno occidental y civilizado? (pónganle muchas comillas a lo de civilizado, por favor). 

Albert Pijuan (Calafell, 1985), ensayista, novelista, traductor y dramaturgo ha escrito lo que ahora convendríamos en llamar una ficción especulativa en forma de informe (comillas) o panfleto (por enlazar con el epílogo de Jonathan Swift (Dublin 1667-1745) Una proposta modesta). El planteamiento inicial es el siguiente: nuestro modelo de funcionamiento global se muestra insuficiente de cara al futuro (emergencia planetaria, superpoblación, crisis de sostenibilidad) y, bajo el halo de ejercicio intelectual, Pijuan propone “la recuperació del consum de carn de procedència humana que ja efectuaven els nostres ancestres almenys fins que tornem a restablir un equilibri harmònic entre la nostra espècie i el nostre entorn”. Canibalismo: welcome. O mejor, antropofagia: welcome. La importancia de los términos con que nombramos las cosas es fundamental en toda la obra, no en vano esta especulación lúdico-analítica (si tal término existe) nos enfrenta (además) a nuestra aceptación de vocablos “neutros”, sin carga crítica, o peyorativa, o en exceso significativa, nos confronta a la confortabilidad con que el fondo de lo que nombramos (y cuanto más “inaceptable” más manifiesto) no venga explícito en demasía en la forma. 

Pijuan comienza esta obra con un rationale argumentum en el que muestra prácticas que antes (algunas me temo que también ahora en algunos sectores) eran tabú y actualmente son un derecho: el aborto, la eutanasia, el trasplante de órganos, las autopsias… y se sitúa en el escenario de un “avanzado a su tiempo” que será defenestrado por algunos sectores pero que se expone para conseguir un bien mayor para toda la sociedad. ¿Y con quién se compara? Efectivamente, con Rosa Parks (que por si no lo sabéis no fue la primera negra -¿debería escribir persona de color, persona racializada?- en no levantarse de los asientos reservados para los blancos en el autobús. Pero esa es otra historia, otra construcción de otro relato). “Per què no podem debatre ponderadament i d’una vegada per totes, sense exaltacions i de manera ordenada, deixant al penjador de l’entrada la tòxica motxilla de prejudicis que cadascú porta al damunt i armats només amb el floret agusat a la mola de la raó sobre el canibalisme?” Y lo que parecía que iba a ser (no, no lo parecía, el autor lo había dicho) un ejercicio intelectual se convierte en una defensa numantina de una práctica común extendidísima en el reino animal (sic) como es el devorarse unos a otros entre miembros de la propia especie. 

El texto, el ensayo, el panfleto, se apoya en tótems para apuntalar su tesis: los católicos que comen y beben el cuerpo y la sangre de Cristo, la carnicería y “merienda” de protestantes la Noche de Saint-Barthélemy (aunque estos eran herejes, por tanto la acción “no computa” como canibalismo) o la afirmación del sabio Montaigne “Crec que hi ha més barbàrie a menjar-se un home viu que a menjar-lo mort” (gracias, Michael). También trae a colación el caso más mediático de “comprensión antropofágica”: el del avión que se estrelló en los Andes con aquel equipo de jugadores de rugbi uruguayos (“que van sobreviure gràcies a la ingesta de les reserves proteíniques de què disposaven” -sic-) que causó conmoción y comprensión-empática y cuya “gesta” se conoce como el Milagro de los Andes (i no como “l’equip d’escorxa-rossins -sic, de nuevo-).  

La segunda parte del discurso (¿alegato?) es la descripción técnica, minuciosa, detallada, de la puesta en práctica del Pla per a la Sostenibilitat Alimentàrio-Mediambiental, el qual per agilitat discursiva a partir d’ara anomenarem Pla SAMA o, simplement, el SAMA”. ¿Recordáis la necesidad de vocablos neutros?, pues el nombre del “plan” es sólo un diminuto ejemplo. Estamos ante un ejercicio de retórica, admitido como tal (“I per què amb la política es va inventar la retòrica? No és pas una coincidència: neixen alhora per a fer empassar al públic general decisions que no s’haurien acceptat de cap manera sense les superxeries de la floritura lingüística i el malabarisme conceptual”). Y lo que hace Pijuan a partir de este momento es, fundamentalmente, construir, vestir, erigir un relato (término absolutamente de moda en la política contemporánea, así que ¡cuidado! -cuidado con nuestra realidad, quiero decir-) en el que las palabras lo aguantan todo porque no explicitan lo que definen: “carn d’origen animal no-no conscient, que abreviarem com a Coannc en lugar de carne humana, “producte procedent de proveïdors que hagin culminat el seu cicle vital i el que subministraran els qui es trobin cursant el seu cicle vital”, la app MeetMeat para las compras y la distribución por parte de Deliverwho, o la solución urgente a la gestión de residuos humanos como problemática medioambiental: “un difunt serveix d’adob per al bosc i d’aliment per a diversos animals els quals, posteriorment, seran caçats per al consum de la comunitat”. 

Pijuan es dramaturgo y a medida que yo iba leyendo el texto veía la interpretación del mismo en un monólogo teatral. En la era de la cancelación ¿deberíamos indignarnos ante una propuesta (lúdico-festiva) como esta? Mi respuesta es no. Este libro rojo-sangre (¿será casualidad?) es una oportunidad para gozar con una proposición aparentemente descabellada y un toque de atención para el engullir (comillas) constante de los análisis simples y simplistas con que redes y medios de comunicación nos martillean (y escribo martillean con la explícita intención de mostrar el estado conmocionado y no analítico en el que, si no nos ejercitamos de manera constante en la vía contraria, quedamos sumidos). Pijuan, al igual que Swift en el epílogo, utiliza el lenguaje para su propia conveniencia, lo pervierte y retuerce, polariza los argumentos hasta dejarlos (expresamente) sin matices. Pijuan redacta un informe exhaustivo (¿dónde está el power point, Albert?) que serviría de “coartada científica” en una distopía como la narrada por Margaret Atwood en El cuento de la criada o la filmada por Yorgos Lanthinos en Langosta. Pijuan, trasunto funcionario de Hannibal Lecter, firma un texto que deja al lector salivando y con una sonrisa en los labios ante tal despliegue de humor negro, negrísimo.  

Albert Pijoan

Coda1: La sonrisa final se vuelve mueca preocupada al extrapolar el tema del canibalismo y analizar bajo el mismo prisma retórico-simplificador-neutro muchas de nuestras realidades contemporáneas.
Coda 2: “Estic del tot convençut que la nostra percepció de l’antropofàgia canviaria radicalment, com va passar amb el vehicle privat, si se’n democratitzés l’ús” (¡olé tú, Pijuan, con la comparación!)
Coda 3: Esas fotos de Pijuan cual Francis Bacon son el mejor postre para tan pantagruélico menú. 

Fotografías: Laura Gálvez-Rhein


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