Agente provocador, número 1 (La Felguera) | por Juan Jiménez García

Agente provocador, número 1

A lo largo de los años y con una intensidad notable, La Felguera nos ha ido mostrando la cara B de la Historia. Esa cara B que, como las ratas, puede ser desagradable (para mentes biempensantes) pero necesaria. Y, todo hay que decirlo, nos quedamos más tranquilos sabiendo que determinadas cosas existieron y que siempre hubo lugar para la revolución y la revuelta y para los tipos raros. Dormimos mejor. En esa línea de arqueología delirante y etnografía gamberra, echábamos de menos un panfleto (agresivo con la ignorancia, que es tanta) que reuniera el ímpetu de las barricadas levantadas, la velocidad de las peleas callejeras y las conversaciones de los cafés de la Calle de los Maleficios. Pero ya no. Porque ahora llegó el Agente Provocador. Ese ser oscuro de papel kraft que se aconseja destruir tras su lectura, pero que, dada su presencia, recomendamos usar como envoltorio para la merienda de los niños en el colegio. El conocimiento nos hará libres.

¿Qué esconde el Agente provocador? Otros mundos, otras gentes. Otras formas. Apocalipsis que nunca llegan, dicen. Pero quién sabe. Sacamos la navaja suiza para desmenuzarlo. Su primera parte se llama Espionaje. El Dr. Peligro nos acerca a una sociedad secreta de bailarines, hace ya mucho tiempo, en otro Madrid. Una manera como otra de destruir el mundo. O se lanza tras el rastro de Melvin Betsellie, un tipo que fue el hechicero de William Burroughs. O la Iglesia de los Subgenios, una alternativa para aquellos que buscan ídolos a los que adorar pero no se fían de Dios.

La segunda parte está comandada por Lady X y encomendada a los agentes encubiertos. En el número uno el ilustrador mayor del reino, Mario Riviére, cuyas imágenes surcan los libros de La Intendencia y más allá (si es que hay un más allá). Una extensa conversación sobre el oficio de dibujante clandestino conocido por todos. Más. Holger Meins fue un cineasta revolucionario que acabó en la Fracción del Ejército Rojo (y no haciendo películas), como un Masao Adachi alemán. Más. Larra y Espronceda, que además de salir en los libros de texto salían en la crónica de sucesos, aficionados a la bronca. Más. La vida y obra de Juana La Valerosa, aficionada al ajuste de cuentas. Y: una conversación con Erwin Flores, del grupo Los Saicos, punks antes del punk, peruanos.

La tercera parte está Más allá del fin del mundo. Cuando Francia era una fiesta, de bombas y atentados (especificamos: 1883, no ahora… los tiempos se repiten, cambian los actores… y las intenciones), apareció La muette, La silenciosa. Aparecer es un decir. En tiempos del nazismo lo que gustaba eran las pseudociencias (de nuevo tenemos que especificar… no ahora: antes, antes). Willy Ley escribe sobre el tema. ¿Y si los ángeles exterminadores hubieran existido? El brazo armado de la iglesi, existió, secretamente, como no podía ser de otro modo.

De la provocación a la revolución es la cuarta parte. ¿Cuál fue la primera banda negra de punk? Pure Hell. Incluso tuvieron su momento, que les dejó arrastrarse en público y destrozar alguna cosa. Claro, que era lo que se esperaba de ellos. Pero ¿un colectivo pop de agitación contracultural? Era el F.L.I.P.  La revuelta al alcance de todos, también de los pacientes de los psiquiátricos, organizados. ¿Os acordáis de El diario de los asesinos? Uno de sus misterios es quién lo escribió, de donde surgió. Ha llegado el momento de partir a la búsqueda de los causantes. Y para acabar, amazonas. Un recorrido por este personaje convertido en icono de algo. Escribe Elisa McCausland.

Y eso ni tan siquiera es todo. Porque para empezar, y como nos tiene acostumbrados La Felguera, Agente provocador es un raro objeto en sí mismo, que invita a tocarlo y a acariciarlo, como si fuera un gato furioso cualquiera. La primera entrega de miles de revistas que podrían ser lanzadas desde una avioneta como cualquier otro objeto subversivo. Porque hoy en día lo verdaderamente revolucionario es pensar. No hay nada más destructivo que buscar, ni nada que de tanto miedo a estas sociedades educadas como encontrar.

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