El descubrimiento de la soledad, de Lur Sotuela (Barataria) | por Juan Jiménez García
Tal vez no seamos más que un montón de fragmentos. Fragmentos de vida, fragmentos de personas, sentimientos fragmentados. Como si la realidad, aquello que somos, solo pudiera ser entendida como un montón de piezas que juntas dan algo, una imagen, una persona. Algo. Y esas piezas no están en nuestras manos. Solo unas pocas, a menudo incomprensibles. Un montón de dudas, un montón de cosas ciertas que se parecen demasiado a las inciertas. El descubrimiento de la soledad, de Lur Sotuela, sería una novela de búsqueda. No precisamente para descubrir eso, la soledad, sino más bien para descubrir que para estar solo se necesita a mucha gente, que estar solo no es algo numérico, ser uno y ya. Estar solo es un estado de ánimo, una manera de entender aquello que nos rodea, también de entendernos a nosotros mismos. Estar solos es algo que se construye, que no es fácil, que es tremendamente difícil. Y que cuando finalmente se consigue, ni tan siquiera acaba de valer la pena.
Darío Allen es un escritor que busca a otro escritor, Martin Cross. Martin Cross es un misterio. Un misterio construido con los años, con una cierta perseverancia, con una firme voluntad de desaparecer. Encontrado, su única respuesta será una invitación a buscar a todos aquellos que significaron algo, es decir, a todos aquellos que conservan fragmentos de él mismo. Tal vez, reunidos estos trozos empiecen a dibujarse los trazos necesarios para reconstruirle. Esa será el cometido de Allen. Un viaje a través de las personas, un viaje cargado de simbolismo, de sentidos, de historias, de sentimientos encontrados. Cada cual tendrá su Martin Cross. Amantes, amigos, hermana.
Martin Cross se conformará como un ser mitológico, casi sobrenatural. Insatisfecho por naturaleza, buscador infatigable de algo (él mismo, tal vez), en cada uno de sus encuentros va dejando unas cuantas cosas que sabe, a la vez que recoge, absorbe algo de los otros. Será una relación justa, aunque la impresión será la de encontrarse con un ser irrepetible. Un ser irrepetible como amante, como creador, como amigo, una iluminación. Y sin embargo, para nosotros, para Allen, inmaterial. Una simple voz al otro lado del teléfono, en el mejor de los casos. Un hombre que ríe.
En este viaje a través de aquellos que le conocieron, lo justo sería obtener una imagen precisa de aquel a quien buscamos. Pero quizás no sea así. La duda nos asalta. Realmente, llegados al final, ¿conocemos algo de Martin Cross? Todo aquello que nos dijeron, todo aquello que entendió Allen, todo aquello que dijo el propio Cross, ¿qué nos devuelve? El retrato de un hombre, un hombre que busco la soledad casi con rabia, con desesperación, encontrándola solo a ratos y en compañía. Tal vez porque ya no es tiempo para dioses, y cuando creemos encontrar a uno, solo puede estar construido con los materiales más frágiles. Más frágiles cuanta mayor es su aparente solidez. No, el tiempo de los héroes pasó. Llegó el tiempo de los naufragios, de los náufragos, de las cosas encontradas en las orillas, en la arena, en las playas distantes.
Este libro es una pasada. He leído relatos de Lur y esta novela sobrepasa las fronteras de la literatura española. Novedosa y original. No te dejara indiferente. Una vez conozcas a Martín nunca lo olvidaras. Altamente recomendable
Yo conozco los relatos de Lur Sotuela. Un libro titulado Alucinario. Me gustaron mucho. Vere que dice la falta este tipo en la novela.