Indagación sobre los fantasmas, de Darío Jaramillo Agudelo (Pre-Textos) | por Juan Jiménez García
A cada cual sus fantasmas. Mis fantasmas son checos y no los recuerdo demasiado bien. Sí, de vez en cuando. Esas series o películas para niños que, por misterios insondables, llegaban hasta nosotros. No he visto fantasmas y, como dice Darío Jaramillo, eso no es ninguna prueba de que no existan. En uno de los innumerables extractos que puntean sabiamente las reflexiones de su autor, se habla de la predominancia de lo imaginado sobre lo real. Maravillosa afirmación. Tras los fantasmas checos, los otros fantasmas que permanecen en mi imaginario son los japoneses de Kairo, de Kiyoshi Kurosawa. Yo, que no soy nada aficionado a las películas de terror, descreído, pasé miedo (y distingo bien entre el susto y el miedo, uno como acto reflejo, otro como profunda inquietud). Uno no tiene miedo a lo desconocido, sino, como poco, a lo intuido, a lo que, de algún modo, conecta con algo que se esconde en nuestro interior, consciente o inconscientemente. Indagación sobre los fantasmas, es un feliz libro en el que su autor camina por acá y por allá, por este y por el otro mundo. Como esos fantasmas que admira (y que incluso se podría decir que necesita), viene y va, entre la realidad que nos rodea y ese otro espacio que tal vez no sea ni espacio, sino un vacío o algo indescriptible. No ya porque no se haya visto, no ya por las prohibiciones de los que vuelven de contarlo, no ya por las contradicciones y esos paisajes cambiantes con las épocas (porque los fantasmas suelen ser muy de su tiempo, como los miedos), sino porque todo eso da la indefinición necesaria, la abstracción si se quiere, en la que estos entes, espíritus, pueden existir.
Es imposible ni tan siquiera un intento de agotamiento del mundo de los fantasmas. Ya no conceptualmente sino cualquier mínimo intento de aproximación a su historia universal. Y no solo. Cualquier intento de rememorar no ya sus apariciones, sino las apariciones de estas apariciones en el campo de la cultura. Darío Jaramillo no se propone tan sinsentido, y más bien de lo que se trata es de seguir su relación con los fantasmas y cómo esta relación le lleva de idea en idea y de cita en cita para construir una sólida investigación sin cuerpo presente. Cuando el tema tratado es intangible, su desarrollo debe ser necesariamente inaprensible. Moverse entre corrientes de aire que nos llevan y traen y también los llevan y traen. Hay otros mundos y de esos mundos sabemos tanto como de este: nada o bien poco. Todo eso con un fino humor y también un protagonismo, una cuestión personal, si se quiere. Sentir los fantasmas ajenos como propios, las apariciones como cosa suya, y seguir interrogándonos porqué a nosotros no y sí a los demás.
En esta historia, todos tienen algo que contar, incluso los más insospechados. Desfilan filósofos, hombres de ciencia, escritores, religiosos, civilizaciones antiguas y nuestra contemporaneidad. Los fantasmas van y vuelven, adquieren compromisos, nos revelan imágenes del más allá, atraviesan continentes, mudan de forma y de ropajes, se adaptan a los nuevos tiempos y nos hablan de las más variadas formas. No son (volvemos al principio) una cuestión de creencias: existen porque no los hemos visto nunca y existen porque hemos llegado a verlos. Mantienen una complicada relación con nosotros, en tránsito, y no son necesariamente muertos aparecidos, sin que sepamos muy bien porque lo son cuando lo son. Su principio es el de la incertidumbre, como el de tantas otras cosas, pero más en ellos, necesariamente más en ellos. Y es que tal vez, todo sea una cuestión de necesidad. Los fantasmas existen porque los necesitamos.