Traducido del silencio, de Joë Bousquet (Cinca) Traducción de Julio Monteverde | por Juan Jiménez García

Joë Bousquet | Traducido del silencio

Silencio. Hay tanto silencio en este libro… Una palabra que se repite, pero sobre todo no como un hecho sino un sentimiento. No es la ausencia de voces, sino algo que está instalado en nuestro interior, que nos devora lentamente, que es ruido, porque el silencio, como demostró John Cage, el silencio no existe. Siempre escucharemos, al menos, nuestro corazón, la sangre que fluye. Y así ocurre en la obra de Joë Bousquet, en estos textos a modo de apuntes, de diarios, de cosas que alguien, en un futuro debería leer. Y así lo entregó a su editor, desordenadamente, para que hiciera con ellos lo que quisiera y les diera el orden que creyera conveniente. Ya habían cumplido su propósito, ser escritos, vientos en una caja de Pandora. El resto era silencio. Joë Bousquet fue a la guerra y perdió. Era atrevido, se llevó un puñado de medallas y un tiro que le dañó la espina dorsal y lo dejó en una silla de ruedas. Un puñado de hojalata por una vida, sino perdida, sumida en una sucesión de luces y tinieblas. La luz eran las mujeres. Bousquet era el hombre que amaba a las mujeres. Las amó apasionadamente, antes, después. Traducido del silencio es un recorrido a través de mujeres, miedos, encuentros, pérdidas, desesperación, melancolía, tristeza, mujeres, mujeres, mujeres. El amor. Amar. Desear. Desear es lo que nos mantiene vivos. No tener. Desear. Dice Julio Monteverde en su prólogo: El yo es una sucesión de instantes 

También dice: el tiempo pasa y el acontecimiento persiste. Bousquet vive encerrado en la prisión de su cuerpo. Vive aprisionado y se siente aprisionado. Sabe que esa urgencia que siente por escapar, no se dará. Solo la muerte le liberará. Mientras tanto, se entrega al opio y otras drogas, y por la otra puerta de su casa desfilan aquellas a las que ama, a las que podría amar y las que no le amarán. Y escribe, escribe, sobre todo aquello que conforma esa dimensión que se ha vuelto liquida: ese tiempo, que pasa, pero pasa de cualquier manera. La insuficiencia le pesa, se siente estúpido. Él, tan ajeno a la estupidez. Dice que no habla para ser entendido sino por necesidad, pero también que escribe para que le entienda un campesino. En él, se encuentran una y otra vez las contradicciones. Su vida no es una vida vivida en un claroscuro, sino que atraviesa blancos y negros. Me parece que me arrastro a través de días que no son míos. A menudo, ese sentimiento de ser ajeno a sí mismo. Una manera de verse fuera de sus prisiones, de imaginarse fuera de ellas. Decía Vladimir Holan que solo el suicida piensa que puede salir por puertas que en la pared tan solo están pintadas. Pero, quizás, también el soñador. Y Bousquet soñaba. 

Pertenezco a una época en la que ya no se soñará porque el hombre se habrá convertido en sueño. Frente a esa realidad inmóvil, ese reloj que no marca horas, ni minutos, frente a esa existencia en la que se siente a menudo en compañía de la muerte, Bousquet sueña. Había sido surrealista cuando los surrealistas, los primeros, pero tampoco tenía ninguna necesidad de ello. En esto, como en otras cosas, fue una sombra. En él, late el corazón de la poesía. Se dice un hombre que sabe lo que es la poesía y el dolor. Y ahí se contiene el río de las palabras, que atraviesan esas hojas que se niegan a ser diario y que, algunas veces, lo único que consignan es el día de la semana. El vacío y la necesidad de escapar de ese vacío. De nuevo, el silencio, del que todas estas hojas, como su nombre indican, son un intento de traducirlo, de darle un significado, de transformar esas imágenes en algo comprensible (pero no siempre, no para todos, pero así debe ser y así puede ser). Lo único capaz de cambiar esa correlación de fuerzas, es el amor. El amor por las mujeres. Otro movimiento pendular entre el gozo y el fracaso. Entre lo encontrado y la pérdida. 

No puedo amar, porque amo demasiado. Sí, con toda su energía, con todo su cuerpo maltrecho, atrapado, enjaulado. Estos apuntes con apariencia de diario, este diario con apariencia de notas y apuntes está atravesado, una y otra vez, una y otra vez, por las mujeres, por todas esas mujeres que atravesaron su vida, a veces su corazón. Ellas son la felicidad y la amargura, pero algo a lo que no puede renunciar, como no puede renunciar a la escritura. Su incapacidad física es la única renuncia que admite, la única que está dispuesto a afrontar. Lo demás será libertad y fantasmas, dolor y demonios, placer y luz, y sueños y algo en lo que creer, algo por lo que insistir, algo que le ayude en esa convivencia con la muerte. La belleza de las cosas que caen. 


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