Las biografías de autores casi siempre tienden a ser más técnicas que narradas, pero aquí estamos ante todo lo contrario. De hecho, esta es una biografía que ni siquiera narra toda la vida de un escritor, sino sólo tres días. El escritor que aquí hallamos es un poeta: Constantino Cavafis. Un poeta que Ersi Sotiropoulos nos muestra desnudo por las calles de París. Un poeta que aún tiene todo por delante y al que conoceremos preguntándose, contestándose y relacionándose con todo y con todos los que se va encontrando.
Cavafis va a París y son los escritores de allá los que le encuentran a él. De hecho, la presencia de Baudelaire se verá a lo largo del libro, casi, como un fantasma que le acompaña. Su poesía calará hondo en él. Los mismos cafés e historias cruzadas.
Cavafis encuentra inspiración en una ciudad que él aprecia como neuroasténica, nerviosa, histérica. Una ciudad que se expresa a sí misma y que también hace expresar. Vemos a un poeta curioso. Que no deja de preguntarse por la existencia de la vida. Que busca en la gente y que busca en las cosas, en los hechos y lugares. Nos encontramos con su vida, con las relaciones que tiene con sus amigos y con su manera de ver Alejandría y París. En la primera encontraría algo que olvidar mientras que en la segunda evocaría algo que inventar. «La ciudad se acercaba a él y él quería mostrarse receptivo para poder ir a su encuentro, y tomarla en sus más leves insinuaciones. ¿Puro? ¿Por qué puro? ¿Cómo se le habría ocurrido aquello? Inocente era la expresión adecuada. ¿Cómo si no iba a poder entregarse a algo absolutamente? Darse a la escritura sin cálculos de pérdidas y ganancias.»
¿Se puede leer este libro sin haber leído la poesía de Cavafis? Se puede. Y, de hecho, es una buena forma de poder entrar en lo que vendría a ser el mundo poético del autor, aunque aquí quede algo suelto y no se meta de lleno en su obra. Sin embargo, este libro es la anagnórisis de su poesía y del sino del ser de Cavafis. Aquí estamos ante ese reconocimiento que le permitirá escribir. Influirá de manera despiadada el modo en el que Cavafis ve y siente el sexo: sensual, poético y emocional.
Aunque la historia de este libro comienza interesante, poco a poco se desinfla y cuesta un poco de seguir el hilo. Este se deshilvana y corre por los diferentes aspectos que el poeta vendría a tener en París de manera algo superficial. Sin embargo, hay ciertas partes que nos hacen sonreír y que nos hacen pensar, especialmente las reflexiones sobre el sentido del arte; acertadas y precisas, dignas de cualquier buen ensayo filosófico y artístico.
Estamos ante una novela que consta de un arduo trabajo de investigación detrás, en la que Sotiropoulos ha buscado para conseguir así desvelarnos una vida que iría dedicada a la poesía, a la búsqueda del alma en la gente, en los lugares y en las cosas. Quizá vale la pena preguntarse qué pensaría Cavafis de este libro. Yo me lo pregunto y pienso que el autor se preguntaría todavía más cosas. Se detendría más en qué quiere decir al mundo. Se volvería más protagonista de su propia historia. Porque a veces necesitamos que los demás escriban de uno para poder ver aspectos que desconocíamos en nosotros.
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