Pequeño mundo ilustrado, de María Negroni (WunderKammer) | por Juan Jiménez García
Cuarto de las maravillas, gabinete de curiosidades, Pequeño mundo ilustrado. WunderKammer. El libro de María Negroni sería como un libro evidente para su editorial. También un acogedor lugar en el que estar para aquellos que en algún momento fuimos un poco rodolfinos en aquella Praga mágica. Rodolfo II y su asombrosa corte, en la que podía caber hasta un gólem. El gólem. También todo cabe en este libro. Todas las cosas pequeñas, pero bellas. O grandes. Un libro de las maravillas sin Alicia (pero no es cierto, porque también está Lewis Carroll). Un libro en el que hasta leer el índice resulta fascinante. Por sus páginas desfilan nuestros sueños y nuestras pesadillas y algunos paisajes que solo podemos encontrar entre papeles. Pero también una cierta idea del mundo, del pensamiento, primorosamente miniaturizada, siguiendo aquello de menos es más, como otra suerte de prodigio. No en vano María Negroni es, entre todo, poeta. La poesía como concentración del mundo y lo que está más allá (de ese mundo y de nosotros mismos), como encuentro entre lo tangible y lo intangible, como reunión de todo lo pasado en un presente incierto.
La escritura de María Negroni viene de lejos. A sus primeros libros de poesía le siguieron, con los años, libros de ensayos, de textos que buscaban esas pequeñas partes de un todo, un intento gozoso de buscar para encontrar pequeñas pistas reveladoras. Descubrimientos que nos llevan a otros descubrimientos y la certeza de que el conocimiento puede ser algo extraordinariamente gozoso, lejos de innecesarios enciclopedismos y esa tendencia a lo académico, a la fijación, a lo fijado. ¿Cómo entender de otro modo aquello que une las ilustraciones de este pequeño mundo? (que no deja de ser una coquetería, porque ese pequeño mundo es inmenso, porque si la repetición genera monotonía, la variedad genera vastos espacios carentes de inmutables horizontes, la certeza de que todo es infinito desde el momento que somos incapaces de encontrar los límites, por mucho que estos puedan existir).
Sus miniaturas se enredan sobre aquello que es reducido. Son cajas de Pandora en la que están recogidos unos vientos que surgen así, alrededor nuestro, y nos indican nuevos motivos, nuevos personajes, aunque algunos sean viejos, muy viejos conocidos. Tanto como nosotros mismos, porque algunos los llevamos encima desde la infancia. Esas heterodoxas cajas se abren en toda dirección. Un verdadero gabinete de las curiosidades, de las maravillas, no puede estar limitado a un tema, a un argumento. Tiene que estar abierto a todas las posibilidades, a todo el conocimiento, a todo aquello que nos ha sorprendido y que merece ser conservado. Y merece ser conservado porque vuelto a mirar nos devolverá un estado de ánimo, un instante fugaz de nuestra existencia o quién sabe si algo más permanente. Siempre tiene que ser necesariamente evocador. Nada maravilloso puede surgir de la indiferencia. Y, a su vez, de la indiferencia nada maravilloso puede surgir. María Negroni encierra en este libro las posibilidades de muchas fugas. Las suyas. A veces, no pocas, las nuestras. Un libro sin final, porque cuando acaba es nuestro momento, el momento en el que nuestra cabeza sigue al encuentro de nuestras propias curiosidades.