Défense d’afficher, de Patricio Rodríguez (Ediciones Asimétricas) | por Francisca Pageo

Durante un tiempo, Patricio Rodríguez estuvo viviendo en París y fue en esa época en la que la fotografía empezó a ser una de sus grandes pasiones. En este libro, Défense d’afficher, se recogen los diarios, tanto escritos como visuales, desde 1995 hasta el año 2004, de su estancia en la ciudad del amor. El libro se divide en 4 capítulos que se correlacionan entre sí con los escritos y las fotografías: Liberté, egalité, fraternité, identité.

A Patricio le impresiona y emociona lo que ve y sucede en las calles; tanto es así que no puede sino retratar aquello que observa y le hace clic en el corazón. Para él, la fotografía se basa en una simple regla: atrapar los momentos de la vida que le conmueven, como el del hombre mendigando de rodillas y la familia burguesa que pasa a su lado indiferente. Su fotografía, de este modo, es una fotografía social y directa, aunque personal, sobre aquello que la vida nos ofrece en las calles y lo que sucede en ellas vista desde una mirada única y particular.

En sus diarios escritos nos muestra a un hombre que ama la cultura, que ama la vida y que la disfruta a cada paso que da, a pesar de todo lo que tenga que llevar tras de sí. Sus fotografías son momentos y sensaciones únicas, golpes de realidad que se funden con deseos y esperanzas sociales. Se puede vislumbrar como Patricio Rodríguez busca lo que late en el ser humano y en la vida. «Mis ojos son más rápidos que mis manos», dirá.

Rodríguez nos detalla su vida, esboza sus pensamientos, dialoga consigo mismo para dejar reflejado, ya sea por escrito o visualmente, lo que siente. «La fotografía es el medio que nos permite transmitir nuestras emociones de la realidad a la película que termina siento la memoria de nuestras sensaciones.» Sus palabras están llenas de sabiduría, de inteligencia sobre lo que la mirada particular de cada uno nos puede ofrecer y nos hablan de la imagen como algo primordial que nos enriquece como seres humanos. Sus fotografías son transparentes y muestran un París que vive y siente por sí mismo. Las fotografías no son más que un reflejo de esto mismo y la compenetración que tiene Patricio con la ciudad. Los latidos de París y los suyos se funden en uno. El autor vive manifestaciones, vive momentos plácidos y cotidianos, y también momentos duros. Sus fotos y palabras así lo muestran.

Hay reflexiones lúcidas y claras que nos muestran a un fotógrafo sabio, que sabe ver y observar tanto de cerca como de lejos, que reflexiona sobre lo que observa. Como él dice, «la experiencia de cada ser humano es una enseñanza para el resto» y, «deberíamos ser lo bastante libres para reflexionar críticamente sobre nuestros valores, preservar los que nos unen y romper con los que nos separan de los otros.»

Patricio Rodríguez hace acopio de una sociedad inmersa en sí misma, que se descubre a sí misma y que se consuela a sí misma. La fotografía como antídoto y como síntoma. La escritura como supervivencia. Lo que queda claro es que el autor no habría sido el mismo en París si no hubiera llevado la cámara consigo. Y le damos las gracias, por dejarnos descubrirla a través de sus ojos. Y sus palabras.

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