LMi tío Jacinto | Ladislao Vajdaos primeros años 50 y el cine español. Mientras Europa reorganiza el mapa político de los países del bloque del Este, donde el espíritu soviético se instala en posiciones estratégicas, en España el cine refleja la picaresca y el costumbrismo de la época. Las relaciones humanas, la educación sentimental, el retrato de la infancia con el mundo adulto de fondo (y viceversa), no serían lo mismo sin el trabajo de aquellos jornaleros del cine que supieron cómo interpretar una identidad que, como en el caso de Ladislao Vajda, no les pertenecía. Por eso, acercarse a Mi tío Jacinto, a Marcelino pan y vino o a otras películas de Vajda supone entrar en contacto no solo con unas formas sensibles que reflejan delicadamente las emociones de ese microcosmos humano, sino también observar el trabajo (de guion, puesta en escena y trabajo actoral) que reunió en una misma constelación las raíces del cine español.

Con su estilo personal, a medio camino entre un cuaderno de apuntes y un análisis en detalle, Pablo García Canga escribe en Hay que ser húngaro sobre Vajda y su tiempo, sobre su manera de enfrentar el cine y sus historias, sobre el tío Jacinto, Pablito Calvo, el Madrid de la época, la picaresca y el costumbrismo, en una noche lluviosa en la que, mientras la selección húngara jugaba como nunca, un cineasta nos contaba la historia de un torero con reuma con niño al fondo.

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Número cuatro
Pa(i)sajes: El otro mundo. Los olvidados del cine español
Ilustraciones: Francisca Pageo


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