Primavera sombría, de Unica Zürn (Siruela) Traducción de Ana María de la Fuente | por Inés Martínez García
El hecho de que la mayor parte de los problemas mentales, obsesivos y psicosomáticos provengan de la infancia es algo que repiten los diferentes psicólogos, terapeutas, médicos y entendidos varios de todo el mundo. En mitad de una terapia el profesional puede realizar preguntas que nos lleven a los rincones más oscuros de nuestra niñez o a los recuerdos menos estimados y llegar a la conclusión de que sufrir obsesiones y rituales compulsivos en la niñez predispone a padecer trastorno obsesivo compulsivo en la edad adulta. Es ahí donde parece radicar el problema, el principio de un precipicio turbador.
Unica Zürn es una de las autoras del siglo XX que mejor ha sabido plasmar en la literatura una paranoia procedente de “la edad de la inocencia”. Aunque en la actualidad no se habla de ella tanto como de Plath o de Sexton, estas tres autoras comparten muchas similitudes entre ellas. Zürn no solo escribía sobre sus demonios y sus estancias en centros psiquiátricos, sino que también plasmaba sus pensamientos en dibujos surrealistas cuyo tema principal era el erotismo.
Primavera sombría es un relato autobiográfico donde la autora se encuentra con su yo del pasado, a la edad de doce años. Asistimos a un cuento en llamas, un cuento dominado por todos los elementos de la naturaleza, que al mismo tiempo no puede encasillarse bajo ninguno.
Esta corta novela, publicada por Siruela, supone un recorrido desde un suicidio soñado y literario hasta el suicidio real de la artista surrealista alemana cuarenta años más tarde. La autora describe el despertar sexual de una joven preadolescente, las obsesiones, la soledad, la incomprensión de su propia familia y el amor irracional por la figura paterna que con el paso del tiempo va cesando hasta acabar sustituido por otro tipo de amor. La protagonista del relato, alter ego de la artista, narra sus deseos, principalmente sexuales, pero sobre todo expone con una crudeza gélida los lados más sombríos de su infancia: los miedos, la violencia sexual de la que es víctima en su propia casa y la aparición de los primeros síntomas masoquistas.
La niña fantasea con la figura masculina, venera a su padre y detesta la imagen de su madre. Habla con los cuadros que cuelgan de las paredes de su casa y que se encuentran en el despacho de su padre. La niña Unica se inicia en la práctica del onanismo, ofreciendo episodios en los que la protagonista se masturba con unas tijeras; o disfruta soñando que un grupo de hombres encapuchados la violan. La protagonista rechaza y a la vez se siente excitada con el sexo. Tiembla de frío y de emoción solo con pensar que la tumban en una mesa de mármol y le introducen “un cuchillo” en “su herida”. Ella ama el miedo y al mismo tiempo el horror.
Hay que diferenciar, como bien comenta la prologuista Menchu Gutiérrez, entre la enfermedad mental de la autora y la literatura de la propia historia. Por ello, es preciso no pensar en el libro como un testimonio esquizofrénico o como un pasaje de turbaciones mentales. Tan solo se trata de literatura del escalofrío, como se indica al comienzo de la obra. Escalofríos sobrecogedores que pueden interpretarse incluso como una compleja pesadilla, representando nuestros miedos, encontrando a una niña que observa fijamente el vacío, los cuadros, que se esconde en la habitación durante horas para jugar a ser mayor, para retorcerse sobre la cama hasta sangrar y fantasear con un hombre mayor que ella.
Primavera sombría alude a un momento exacto, a una etapa de la vida donde los sentimientos y las hormonas florecen para la protagonista de la forma más oscura, en silencio, mientras la niña maquina en su mente la forma en la que esconder la fotografía de su amado, de manera sumamente obsesiva, cómo enfrentarse a los castigos de su madre y a las amenazas su hermano.
Unica Zürn padeció múltiples crisis esquizofrénicas durante los últimos años de su vida. Este relato supone una antesala a la enfermedad: “el diario de una semilla”. Profuso en transcripciones poéticas de las vivencias y las alteraciones psicopatológicas de la esquizofrenia.
La autora se pregunta en el libro si “habrá en el mundo alguna persona que sea feliz. ¿Cuántos serán los que, en todo el mundo, estén ahora junto a una ventana pensando en arrojarse al vacío?”. Un vacío que la inundaría años más tarde y contestaría a su pregunta, poniendo fin a una ristra de arte surrealista, que, aun enfermo, llevó a la autora berlinesa a un clímax de arte consagrado.