Textos potentes. Atlas de literatura potencial, 2. Edición de Pablo Martín Sánchez (Pepitas) | por Juan Jiménez García
Ennio Flaiano decía que tener ideas está muy bien, pero lo mejor es llevarlas a cabo. Algo así. Y, siguiendo las palabras de Flaiano, está muy bien un libro sobre el OuLiPo (Ideas potentes. Atlas de literatura potencial) pero no es menos necesario un libro llevándolo a la práctica. Aunque, precisamente, si algo hay que agradecerle al Taller de Literatura Potencial (es decir, el OuLiPo, creado en su momento por Raymond Queneau y François Le Lionnais) es precisamente el sentido práctico que siempre confirieron a sus propuestas, escapando a la mera proposición. Todo lo cual ha creado unas cuantas obras maestras de la literatura (potencial o no) como La vida instrucciones de uso (Georges Perec), Zazie en el metro (Raymond Queneau), Si una noche de invierno un viajero (Italo Calvino) y un notable (y glorioso) etcétera. Matemáticos aficionados, excelentes escritores, gente divertida. Confusión (y conjunción perfecta) para llegar a alguna parte poniéndose trabas.
Esta segunda entrega del Atlas de literatura potencial (habrá una tercera, siempre en Pepitas), está dedicada a los Textos potentes. En definitiva, a poner en práctica unas cuantas ideas o trabas del OuLiPo, en la edición (y con el prólogo, también trabado, como no podía ser de otro modo), de un oulipiano certificado, Pablo Martín Sánchez. La nómina de esforzados ejercitantes es amplia, e incluye desde textos evocadores, como por ejemplo los de Enrique Vila-Matas o Andrés Ehrenhaus, hasta la aplicación efectiva de alguna de las múltiples reglas y experimentos que el OuLiPo ha ido imponiéndose a lo largo de su amplia trayectoria. Una trayectoria marcada, todo hay que decirlo (y esta libro viene a demostrarlo) por Georges Perec. Qué duda cabe que Perec fue su más fiel servidor, con una pasión que rara vez entendía de límites y perfectamente instalado en ese sentimiento de que escribir puede ser divertido, un juego. En Textos potentes aparece abundantemente. Bien en la evocación directa de su (útlima) traductora habitual, Mercedes Cebrián, o el intento de agotar la plaza Rovira (por dos veces) de Enrique Vila-Matas, bien por evocación indirecta, a través de sus más brillantes ejercicios oulipianos. Por ejemplo, el recurso al lipograma (es decir, omitir una letra, como hizo en El secuestro, con la letra e, la más común en francés). Xina Vega, con John Berger de hilo conductor, trae cinco textos lipogramáticos (uno por vocal) y acaba con frases monovocálicas. Y algo así hace María Jacarilla pero aumentando la dificultad, a la sombra de aquel edificio en el número 11 de la calle Simon-Crubellier.
Raymond Queneau tampoco está ausente. Sus Ejercicios de estilo están tras la aportación de Mercedes Marcos Monfort y José Miguel Desuárez, realizando variaciones sobre textos conocidos de la literatura, y sus Cien mil millones de poemas en la de Sofia Rhei, Quevedo mediante, lo cual convierte a este libro en un libro infinito, dado que se necesitarían muchas vidas para poder leer todos los sonetos posibles. No son los únicos homenajes a obras más que reconocidas del Taller, hay más. Pienso en David Roas y su Aurorretrato del filósofo (francés) y que nos remite a Paul Faurnel y su propuesta (hay edición en nuestro país, de La Uña Rota: Es un oficio de hombres). Y los juegos siguen. Con esa sensación de tiempo suspendido, de huida de este mundo de convenciones. Las trabas nos imponen la necesidad de otros caminos que nunca habríamos transitado. Jugar por jugar, sin que haya nada que ganar más que haber resuelto nuestras propias imposiciones. No olvidemos que el OuLiPo también estaba en aquella Invitación al tiempo explosivo. Manual de juegos que nos hacían Julio Monteverde y Julián Lacalle. Y, por encima de todo, si algo nos enseña Textos potentes es que es la propia literatura es algo interminable, ilimitable e ilimitado.