Es un oficio de hombres, del OuLiPo (La uña rota) Traducción de Pedro M. Sánchez | por Juan Jiménez García
Para aquellos que no conozcan el OuLiPo (demasiados, nos tememos), hay que decir que estamos hablando del Taller de Literatura Potencial, que, como su nombre indica, es un grupo dedicado a desarrollar la potencialidad de la escritura, partiendo, en particular, de las constricciones. Las constricciones buscan precisamente lo contrario de aquello que formulan, permitiendo llegar a unos lugares a los que difícilmente habríamos accedido por nosotros mismos. En una definición arriesgada, podemos ver en la constricción la búsqueda del subconsciente estando despiertos. A la escritura automática, a los sueños, le sucede la escritura reglada, obteniéndose no pocas veces un resultado aún más libre, más desprovisto de ataduras.
Oulipianos célebres hay unos cuantos, pero seguramente el más emblemático es Georges Perec, con buena parte de su regla atravesada por esas constricciones. Pero hay más. Italo Calvino escribió El castillo de los destinos cruzados a partir del tarot. O Raymond Queneau (quién podría pensar que Zazie en el metro responde a una estructura matemática, sin olvidar sus Ejercicios de estilo, entre otras). Fundado un noviembre de 1960 por el propio Queneau y François Le Lionnais, matemático, el OuLiPo logró dotar a la literatura de una dimensión demasiado olvidada: el juego.
Es un oficio de hombres, el experimento oulipiano que edita ahora La uña rota, es un perfecto (y muy accesible) ejemplo de las aventuras formales del grupo. Desaparecidas sus grandes figuras, el grupo sigue entregado en sus búsquedas, ahora con la presidencia de Paul Fournel, y es precisamente de él de quién parte este ejercicio. La constricción es sencilla (de enunciar): a partir de un relato, El esquiador, se debe escribir otro autorretrato que debe seguir lo más fielmente posible la estructura de aquel.
El resultado es de lo más variado y, tratándose de gente que entiende que escribir puede ser divertido, de lo más delirante. Así encontramos los autorretratos de un resucitador, un tirano, un secretario o un biógrafo, pero también, yendo más allá, de un hormiguero, de una peonza o de la raíz de 2. Capítulo aparte merecerían los relatos de Hervé Le Tellier (seguramente el oulipiano más dotado del momento). Sus aportaciones son realmente sorprendentes: el seductor, el psicoanalista, el escritor, el filósofo televisivo y el presidente, construyen algo por completo fiel al original y además tremendamente divertido y válido por sí mismo (todos lo son, pero los suyos tienen algo más, como una vida propia).
En definitiva, Es un oficio de hombres es un libro no solo muy entretenido sino toda una demostración práctica de que las ideas del OuLiPo siguen no solo vigentes sino necesarias. Además de ser una invitación a la escritura, a escribir nosotros nuestro propio autorretrato, algo que estuvimos tentados de hacer. Imaginemos: «Mi oficio consiste en leer libros de principio a fin. En leer lo más rápido posible. Es un oficio de hombres. Primero porque cuando está en la primera página, el crítico tiene ganas de llegar a la última, y luego porque cuando hay varios críticos empezando un libro, todos quieren acabar más rápido que los demás. Un oficio humano. Soy crítico.» Y así. Etcétera.
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