Novela de ajedrez, de Stefan Zweig (Ediciones Invisibles) Traducción de Clara Formosa | por Francisca Pageo
No soy jugadora de ajedrez, pero creo que se hace esta novela como se hace el juego, de contrincante en contrincante, de jugador en jugador, de oponente en oponente. Es, esta, una novela que es de contrarios y un paisaje interior como una llama, como una flecha, como un vestigio que nos devuelve al origen del punto de fuga inicial, el inicio del tablero, del juego. Mirko Czentovic es un campeón mundial del ajedrez que se dirige de Nueva York a Buenos Aires en un barco de vapor durante la II Guerra Mundial. Mientras se dirige hacia allá, pasará las veladas jugando de contrincante en contrincante, ganando a todos. Pero el enigmático Señor B le ganará la partida y la jugará y el señor Mirko se quedará preguntándose una y otra vez.
Es, esta, una novela sobre el acto del juego. El señor B aprenderá a jugar en cautividad (si leemos el libro sabremos por qué y para qué, no es cuestión de ponerme a despotricarlo o narrarlo) y ello lo convertirá en alguien especial. Se suele decir que quien aprende a jugarse la vida al final la termina perdiendo, pero aquí no parece haber ganadores ni perdedores. Pese a todo el juego que enfunda al libro, pese a los peones que van marcando el territorio a cada paso. Me gusta la tibieza con la que Zweig juega asimismo en esta novela. Él es un amante de las palabras y con ellas mismas juega. ¡Está jugando el autor y están jugando los protagonistas! Qué novela tan deliciosa, tan estrechamente delicada e incluso temerosa. Con el telón de fondo del nazismo, Zweig nos invita a pasear por los rincones de la mente humana, del propio juego del ajedrez, de lo que este nos provoca y nos enseña. Jugar al ajedrez requiere ser paciente con la espera del contrario, de un contrincante que realmente no conocemos. ¿Sabemos alguna vez que carta va a jugar un jugador? No, nunca. Y en estas fichas de ajedrez tampoco lo sabemos.
Pero las fichas están marcadas, los silencios están marcados, la vida quedará grabada a fuego. No sabemos si estas vidas que se juegan llegarán a alguna parte, pero como en un duelo, algo perdemos y ganamos en el camino. Qué es el juego sino la vida, la eterna duda del qué será, qué nos tocará vivir, qué viviremos después de cada paso que damos. Pensaría, alguien que no juega al ajedrez, que esta novela no puede entenderse si no se juega a él. Y yo tal vez halla fallado, no haya escrito lo que esta novela nos pretendía contar. Pero creo que como introducción al ajedrez es ideal pues nos cuenta las fichas de una manera metafórica, se hace un ajedrez en la novela y asimismo éste se juega. El punto de mira es el que nombramos en esta novela: todos juegan, pero al final nadie parece ganar. Todos tienen sus sombras, sus dudas.
Es, esta, una novela para cualquier amante de la narrativa corta. Se lee en una tarde y en una tarde podemos experimentar muchas cosas. La vida pasa como pasa en un juego, jugando, ejerciendo nuestros poderes sin menospreciar a nuestros contrincantes, sino respetándolos. Que estos también aprendan algo es quizá la clave del libro, cada jugador es un peón en la vida, en el escenario que tenemos aquí montado. Novela de ajedrez o el duelo de una vida, de eso se trataba.