Jade Helado Tigre Blanco, de Ana M. González (Libros de Aldarán) | por Francisca Pageo
Formando parte de una trilogia que corresponde a la tríada de origen biblico pasión-muerte-resurrección, Jade Helado Tigre Blanco nos arremete con el poder de la pasión, el erotismo, el deseo, la carne. Ana M. González ha escrito un poemario que ensalza el erotismo con la cultura china de una manera que nos adentra en los entresijos del amor, de la pasión, de la intimidad de un cuerpo con otro.
Es este libro una alegoría de la intimidad misma. Con un suntuoso vocabulario, lleno de erotismo inmanente, la autora ensalza la carne como aquello que indaga en la búsqueda del otro, del amante. Aquí amante y amor son lo mismo. El amor se teje sobre gemidos, sobre caricias, sobre imaginaciones de un alma que busca ser azotada por la carne del amado. Es este libro, así, un libro sobre el deseo. Un poemario que utiliza el deseo y lo ensalza de tal manera que solo vemos deseo, deseo, deseo. Vemos erotismo consumado, vemos una sensualidad que endulza los cuerpos y los quema como un volcán en erupción.
Es, este libro, un volcán que va expandiendo su lava a través de la carne y la piel. No hay sensualidad si no utilizamos las palabras adecuadas, y Ana M. González las utiliza. De hecho, creo que utiliza demasiadas palabras. Pienso que este poemario es un poemario que podía haber sido prosa y nos hubiera embaucado más, pero sin embargo, nos adentra de tal manera en la erosión del lenguaje, en su hacer y decir, que no podemos sino ver las claves que más tarde la autora nos muestra para entenderlo en su fin.
Jade Helado Tigre Blanco es un poemario sobre lo que está por decir y decimos. Sobre lo que decimos para atraer y lo que decimos cuando lo hemos atraído. El mundo se hizo pequeño al leer estos poemas, pues son estos poemas grandes en su devenir, en su sino. La autora nos ha mostrado que pasión y amor van siempre de la mano, que el amado es amante y es amor. Que el objeto del deseo es aquello que siempre teníamos a nuestro lado y solo faltaba erupcionar nuestra lava para envolverlo. Porque somos un volcán que expulsa palabras para apropiarnos de otros. Con nuestra lava nos cercioramos de calentar las almas, de hacerlas nuestras. Y Ana M. González hace eso con su lava, con sus palabras.
1007Es este poemario el deseo consumado y el deseo por consumir. Busca en los amantes la sensación de plenitud, de pasión extenuada y extenuante. Y eso hemos sabido ver al leer este libro, que la pasión rige mundos que no hemos podido conocer aún, que la carne con la carne es otra sensación que aviva a los humanos. Quizá me falte saber sobre la cultura china, sobre su erotismo, pero si algo he aprendido de este poemario es que la pasión siempre ha de estar presente en las palabras. Sin pasión, las palabras no son nada ni son de nadie.