Malentendido en Moscú, de Simone de Beauvoir (Navona) Traducción de Joachim de Nys | por Francisca Pageo
La editorial Navona nos trae, de la mano de su colección Impactos, Malentendido en Moscú, un libro de Simone de Beauvoir que, si bien es ficción, también se puede considerar semiautobiográfico, no sólo por las situaciones que la propia autora viviría, sino por el vuelco sentimental y emocional que envuelve la historia. En ella, se ve reflejada su relación con el filósofo y escritor Jean-Paul Sartre. La autora se inspirará en las estancias que ella y su amante realizaron en la Unión Soviética durante la década de los sesenta. De hecho, el relato debería haber estado incluido en la compilación La mujer rota, pero Beauvoir lo rechazaría para que fuese posteriormente publicado.
En el libro, Beauvoir confiesa y nos vuelve confidentes de sus palabras y su manera de, en cierto modo, ver la vejez. Porque el libro trata sobre ello, la vejez. Si bien también hablaría sobre ella en su novela La vejez, valga la redundancia, aquí se nos muestra de una manera apasionada y reveladora sobre lo que de verdad es. Estamos ante una novela que aborda la mayoría de las preocupaciones sociales, políticas y culturales que Simone de Beauvoir desarrolló a lo largo de su carrera. Los personajes de Nicole, André y Masha serán los elementos clave para desarrollar una historia ambivalente, llena de resquicios sobre lo que pudo ser y no fue, sobre aquellos deseos de juventud que no se cumplieron. «¿Pero qué nos queda, a nuestra edad?», -dirá Nicole a André.
Es importante y se aprecia cómo Beauvoir escribe de una manera adecuada, sin prisa, llena de vida, en un relato que abarcará el viaje de Nicole y André a Moscú. Ambos irán de vacaciones a la capital rusa y allí se encontrarán con Masha, la hija de este, fruto de una relación primera. Los tres se irán de vacaciones a lo largo del país y pasarán largo tiempo en la ciudad moscovita. Los personajes irán apareciendo y comentando la historia y lo urbano, irán viendo cómo ha cambiado todo y cómo la capital los acoge.
De alguna manera y como bien señalan en el libro, «constituye la alegría de leer: esa libre colaboración con el autor, que es casi una creación.» Pareciera que estamos, junto a Beauvoir y los protagonistas, creando la novela, haciéndola también nuestra. El libro es casi una reminiscencia y premonición de lo que los personajes ansían, quieren y desean. Hay un anhelo a lo largo del libro que los ancianos, ya jubilados, nos muestran. Por haber querido llevar otra vida, por haber vivido algo que uno eligió y que el otro se vio obligado. Nicole y André pertenecían a mundos diferentes, pero se encontraron, haciendo, así, su propia historia. Pero, no lo olvidemos, es una historia que contiene otras historias. El pasado vuelve una y otra vez, el pasado nos condiciona el presente y la vida futura, el pasado está ahí y no lo podemos remediar. Así, se revelan las crisis. Como una rotura del presente que no hemos podido evitar. Así, el viaje que harán los protagonistas de París a Moscú será un viaje en todos los sentidos, tanto exterior como interior. En él los personajes se embarcarán, de una manera u otra, al fondo de sus sentimientos y emociones. Se encontrarán frente a frente, sin saber muy bien por qué (o quizás sí) han llegado a ello.
Estamos, sin duda, ante un libro en el que subrayar frases y frases se hace habitual. No se puede evitar hacerlo. Es un libro emocionante y perspicaz, lleno de realidad, virtudes y decepciones. En el que los pensamientos que se dan y exhiben son interesantes e inteligentes, propios de una autora que ha sido clave en la historia de este nuestro tiempo.
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