Los sentimientos de Miyoko en Asagaya, de Shin’ichi Abe (Gallo Nero) Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | por Juan Jiménez García

Shin'ichi Abe | Los sentimientos de Miyoko en Asagaya

Han pasado ya cerca de cinco años desde aquel primer encuentro con Yoshiharu Tsuge y aquel hombre sin talento que vendía piedras. Desde entonces, Gallo Nero va dando vueltas, con una cierta regularidad, a una cierta idea del manga, que podría resumirse en una revista, Garo. Así, hemos seguido con más obras de Tsuge y también de su hermano, Tadao. Y por no irnos muy lejos de ese lugar al que quiero llegar, siguiendo la línea de una literatura del yo (que a mí siempre me remite a Michel Leiris) ahora nos encontramos con Shin’ichi Abe, en palabras de Mitsuhiro Asakawa, un autor que se inspira en su vida incluso en mayor medida que aquellos otros. Los sentimientos de Miyoko en Asagaya, sin duda, sería una obra emblemática, en ese sentido. Nacido en 1950, Abe empieza a pensar en dedicarse al manga desde muy temprano. En 1970 se traslada a Tokio con su novia, Miyoko, a la que conocía desde el instituto y que más tarde se convertiría en su mujer. Viven en el barrio de Asagaya y ya hemos encontrado, con todo esto, uno de sus primeros relatos, el que da título precisamente al libro, y en el que encontramos esa línea sobre la que va a construir parte de su obra. Miyoko está en la cama. Acaba de despertarse. Remolonea. El cuarto está en desorden. Piensa un poco en su vida. No mucho. El dinero que no tienen. Su novio es pobre, pero tiene futuro. Entonces, la oscuridad.

Más oscuro, más sucio, más realista, menos triste (sin dejar de ser triste o con otro tipo de tristeza), poco melancólico. La vida es el día a día, porque es difícil adivinar un futuro entre todo eso. Su dibujo también participa de ese sentimiento, de esa crudeza, de esa violencia del instante. Si el protagonista de El hombre sin talento vendía piedras, Abe las crea. Llenas de aristas, para lanzarlas contra sí mismo. Cuando aparece la lluvia en sus relatos la imaginamos con una lluvia negra. En los ochenta, se le diagnosticará esquizofrenia. Se había metido también en una secta (Shohokai, Asociación del Derecho Verdadero) y dibujaba manga erótico para sobrevivir. Los delirios, la religión, la bebida y sus idas y venidas de todo esto, conformarán el resto de su vida y condicionarán la publicación de sus mangas y su trabajo. De nuevo vivir y crear son una sola cosa que se confunde, que construye obras y las destruye con la misma facilidad (o los mismos inconvenientes).

Shin’ichi Abe no quiere ser cercano. En su dibujo, en sus historias, hay una evidente distanciación que aumenta más y más desde aquel Los sentimientos de Miyoko en Asagaya, y que también es el camino que va desde este, abriendo el libro, hasta Una persona correcta, que lo cierra. En él su línea se ha vuelto más clara, con ese falso descuido, pero la lluvia sigue siendo igual de negra y las relaciones igual de complicadas. La falta de dinero, el alcohol, la eterna promesa de un futuro mejor (no voy a decir esperanza, porque esa sería una palabra muy gorda en estos universos mínimos, que se golpean en las esquinas de minúsculas habitaciones), las mujeres, el sexo, una vida siempre por vivir. Pienso en un título de Boris Vian: Los perros, el deseo y la muerte. Tal vez ninguna de esta palabra lo defina y sin embargo está todo, como sombras alargadas que caen pesadamente sobre las cosas. Shin’ichi Abe parece decirnos: es lo que hay, es lo que tengo. Ese frío intenso que nos deja dando golpes en los cristales de sus páginas, mientras él está dentro. Ellos están dentro. Y dentro de ellos, la nada, el abismo, el vacío.


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